lunes, 27 de abril de 2015

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martes, 7 de abril de 2015

LIBERTAD Y LÍMITES

Rebeca Wild

Rebeca Wild (Alemania, 1939) Pedagoga. Estudió Filología Germánica, Pedagogía Musical y Pedagogía de Montessori. Desde 1961 reside en Ecuador donde en 1977 fundó, junto a su marido Mauricio Wild, el «Pesta», un centro escolar alternativo compuesto de jardín de infancia, escuela y educación permanente. Ahora trabajan los dos en un nuevo proyecto, El León Dormido.
Me gustaría compartir con vosotros una entrevista que le hicieron hace ya un tiempo en  la Contra de La Vanguardia, justo cuando publicó el libro "Libertad y límites", que os recomiendo encarecidamente.

Rebeca Wild, entrevista para el periódico La Vanguardia

Vivir: estar limitado
IMA SANCHÍS
La base de la educación de los niños es la relación entre padres e hijos; aquéllos son los que les aportan la seguridad emocional para que cuando éstos sean adultos puedan desarrollarse seguros y felices”.Wild explica en su libro cómo poner límites a nuestros hijos según la etapa de su desarrollo”.  Cuando los  niños juegan se están haciendo a sí mismos. “La libertad consiste en desarrollar el  potencial que cada niño lleva dentro y no en adaptarse a una  sociedad cuyas metas son otras”.  "Para que esa libertad con  limites  se pueda dar hace falta un ambiente adecuado donde poder saltar, pintarrajear, golpear, porque  ésta es su manera de entenderse a sí mismo y el entorno”.  Dónde y cuándo es fundamental; vivir significa estar limitado.

 -Por qué tanto niño en las consultas de los psicólogos?
–¿No estaremos criando a los niños para una sociedad en la que se valora más la adaptación que la  consideración de los procesos humanos de desarrollo?

–Posiblemente.
–¿Tienen que estar agradecidos los hijos de los indios de los Andes porque, en lugar de acompañar a sus
padres al campo, pueden acudir a escuelas de cemento para poder repetir lo que un profesor dice de
memoria? ¿Se convertirán así en personas perfectamente válidas?

–No.
–Los humanos tenemos un proceso biológico de desarrollo y aprendizaje que hay que respetar. Enseñar antes de hora a leer a un niño no es hacerlo más inteligente.

–¿Cuál es la alternativa?
–No está en la educación sin límites de muchos padres alternativos, y tampoco en la autoritaria, porque
nadie se comporta mal cuando se siente bien. Comportarse mal significa no percibir los límites o menospreciarlos.

–Límites sí, pero...
–Los límites que incluyen un entorno adecuado a las necesidades del niño le proporcionan seguridad.
Sólo en un ambiente en el que los conceptos de libertad y límites son vividos con coherencia, será posible una convivencia armónica.

–¿Por qué se portan mal?

–Para llamar la atención del adulto y, muy a menudo, para descargarse de toda una serie de actividades (ir
al supermercado, aguantar una visita, no tocar eso, no correr, no gritar...) que van contra la naturaleza del desarrollo del niño.

–A veces te los tienes que llevar
de compras.

–Lo sé. Pero hay que saber que eso a ellos no les gusta, y pactar. Muchos padres no tienen tiempo  suficiente para sus hijos y llenan ese vacío con caprichos que no son necesidades auténticas: regalos, concesiones, dejarles estar levantados de noche hasta tarde o caramelos.

–Los padres tienen que trabajar.
–Cuando estás con ellos, has de estar al 100%. ¿Estás realmente presente cuando atiendes sus  necesidades físicas (a la hora de la comida, el baño) o estás sólo a medias con los pensamientos en otro lugar?

–Entiendo.
–Estos detalles cotidianos son la base para la autoconfianza del niño. No le dé caramelos, dele atención,
interésese por lo que hace el niño sin por ello interrumpirle o dirigirle. Estos momentos de atención en los que el niño no necesita al adulto y ni siquiera ha solicitado su presencia aportan las pruebas más claras de un amor sin condiciones.

–A los niños no les gusta que sus padres hablen por teléfono.
–Interrumpa la conversación, diríjase al niño, establezca un contacto directo con él y dígale que ahora no puede estar por él.

–¿Contacto directo?
–Sí, agáchese, póngase a su altura, tóquele, mírele a los ojos y háblele...

–Limites sí, pero con atención.
–Exacto, con atención y amor. Si no quiero que mi hijo toque el aparato de música, no me cargo de  paciencia hasta estallar en un grito, no discuto ni doy explicaciones eternas. Simplemente me coloco yo como límite físico entre el aparato y él y con palabras firmes le digo que no le permito jugar con ese objeto.

–¿Y?
–En lugar de una prohibición, el niño se ve frente a alguien que no le rechaza sino que se planta con las
señales de una ya conocida presencia que le ama entre él y esa cosa que no puede tener.

–Puede estallar una pataleta.
–Los límites siempre son dolorosos, y en especial para niños con un viejo dolor, pero hay que  permanecer firme sin anular el sentimiento del niño con explicaciones. Deje al niño que desahogue esos viejos dolores.

–¿Demasiadas explicaciones son negativas?
–Los niños utilizan todavía todos sus sentidos para establecer contacto con el mundo exterior. Se orientan por nuestra postura, mirada, expresión, olor y sonidos.

–¿Limite y presencia?

–Sí, no hay que dejar al niño sólo en el difícil momento del límite. Cuando está dolido debe sentirse acompañado, pero en ningún caso intentar explicarle los buenos motivos que nos llevan a establecer
ese límite, porque hacer eso es no respetar ese momento de dolor.

–¿Si el niño juega con la comida?

–Mantenerse firme en el “¡No, con la comida no!”, pero el proceso de desarrollo del niño le exige ese
revolver, así que hay que preparar algo en su entorno con lo que el niño pueda remover. Eso se puede aplicar en todas esas actividades en las que los niños quieren participar: si estás cortando zanahorias, dale un cuchillo adecuado, pero sobre todo no le digas cómo debe hacerlo.

–No hay que ser entrometido.

–Nunca te inmiscuyas en sus juegos, dale autonomía y déjale realizarse.

El juego es algo serio: jugar para crecer feliz y saludable




  



La importancia del juego para el desarrollo saludable y el aprendizaje de los niños está sobradamente documentada y queda fuera de todo cuestionamiento. Décadas de estudios han mostrado que el juego es fundamental para el desarrollo físico, intelectual y socio-emocional a todas las edades. Sobre todo, la forma más pura de juego: el juego no estructurado, automotivado, imaginativo, independiente, cuando los niños inician sus propios juegos e incluso inventan sus propias normas para el juego.
A través del juego, los más pequeños aprenden a reconocer colores y formas, sabores y sonidos. Un poco más adelante, los niños usan el juego para aprender a respetarse mutuamente y descubren el valor de la amistad, el compañerismo, la colaboración. Para los adolescentes, el juego puede ser una forma de explorar identidades posibles, además de una forma de desfogarse y de mantenerse en forma.
No obstante, a pesar de su inmenso valor, el juego ha ido desapareciendo de muchas escuelas e incluso de nuestros hogares, y especialmente el juego libre, espontáneo y no estructurado. Conocidos programas televisivos orientados a padres y madres afirman que hay que “enseñar a jugar” a los niños según unas condiciones determinadas: en un lugar determinado, un solo juguete cada vez, dejándolo todo perfectamente recogido... Uno puede preguntarse qué niño puede experimentar placer y diversión o dejar florecer su creatividad bajo condiciones tan limitadas.

El Dr. David Elkind, experto en psicología del desarrollo y autor de The Power of Play: How Spontaneous, Imaginative Activities Lead to Happier and Healthier Children (2007), estima que en los últimos veinte años los niños de las sociedades postindustriales han perdido unas 12 horas de juego a la semana, y de ellas, 8 horas de juego libre. “La eliminación de los juegos es tan perjudicial para el desarrollo saludable de los niños, si no más, que la prisa por que crezcan demasiado deprisa demasiado pronto”, escribe Elkind. Puede que la limitación del juego no se produzca de forma premeditada, sino que tal vez nuestras prácticas cotidianas, en casa y en la escuela, tengan como resultado una disminución del juego libre, espontáneo y no dirigido. Sin duda, tendríamos que tomarnos el juego muy en serio, y pensar en qué medida podemos propiciar o interferir en que nuestros hijos puedan jugar en libertad. (1)

Jugar para gozar de una vida plena y saludable
En la primera infancia, el juego ayuda a los niños a desarrollar habilidades que no podrían adquirir de otro modo. El balbuceo, por ejemplo, es una forma de juego en que los bebés reproducen los sonidos del idioma de sus padres. Del mismo modo, los niños aprenden solos a gatear, ponerse de pie y caminar, y otras muchas destrezas, mediante la práctica repetitiva del juego.

Luego, los niños emprenden juegos de rol y aprenden a regular sus relaciones con los demás. También aprenden a negociar y solucionar sus propios conflictos. Mientras juegan, los niños inventan historias, resuelven problemas y negocian aplicando diferentes estrategias. Saben lo que quieren y trabajan con ahínco para conseguir llevarlo a cabo. Como les mueve una motivación interior, aprenden la poderosa lección de que son capaces de perseverar en sus propias ideas hasta llegar a alcanzar un buen resultado.

Un informe de 2007 de la Academia Americana de Pediatría documenta que el juego promueve el desarrollo del comportamiento y también el crecimiento cerebral.(2) Algunos tipos de juego en particular tienen especial importancia. Así, por ejemplo, la psicóloga israelí Sara Smilansky realizó una serie de estudios clásicos sobre el juego sociodramático, donde dos o más niños participan en fantasías compartidas, y demostró el valor de este juego para el aprendizaje académico, social y emocional. “El juego sociodramático activa recursos que estimulan el crecimiento social e intelectual del niño, lo que afecta a su vez al éxito del niño en la escuela”, concluye Smilansky en un estudio de 1990. “Por ejemplo, la resolución de problemas en la mayoría de materias escolares requiere un alto grado de imaginación o fantasía, visualizar cómo viven los esquimales, leer historias, imaginar una historia y escribirla, resolver problemas matemáticos, y determinar qué vendrá después”. Los niños que participan en formas complejas de juego sociodramático tienen mejores habilidades lingüísticas que los que no lo hacen, mejores habilidades sociales, más imaginación y más de esa capacidad sutil que consiste en comprender lo que otros quieren decir. Son menos agresivos y muestran mayor autocontrol y mayores niveles de pensamiento.(3)

Otras investigaciones ilustran la importancia del juego físico para el aprendizaje y el desarrollo de los niños. Algunos de estos estudios han destacado la importancia de los recreos. Así, el psicólogo Anthony Pellegrini y sus colegas han comprobado que los niños de primaria están menos atentos en clase cuando se retrasa el recreo o las pausas son insuficientes.(4) Estudios en escuelas de primaria en Francia y Canadá, durante un período de cuatro años, observaron que la actividad física regular tenía efectos positivos en los resultados académicos. Dedicar un tercio del tiempo del colegio a la educación física, el arte y la música mejoraba no solo la forma física, sino las actitudes hacia el aprendizaje. Cientos de estudios sobre el efecto del ejercicio en la función cognitiva confirman el viejo precepto mens sana in corpore sano: la actividad física promueve el aprendizaje.

A pesar de la evidencia acumulada, en los últimos años se puede ver cómo muchos padres y centros educativos aceptan la idea de que cuanto antes se inicie la formación académica, mayor será el rendimiento escolar en el futuro y el éxito en la vida. Esta idea lleva a algunas escuelas a aplicar una metodología de corte académico ya en la etapa de 3 a 6 años: introducen precozmente la lectura, la escritura y el cálculo, y reducen o limitan el juego. Tal creencia a veces se ve reforzada en los hogares, donde después de la jornada escolar, padres y madres sientan a sus hijos de corta edad a completar fichas a modo de “deberes”, en lugar de permitirles que se liberen de las tensiones acumuladas mediante el juego libre y espontáneo.

En Estados Unidos, la psicóloga Kathy Hirsh-Paasek ha estudiado de forma exhaustiva las habilidades de niños que van a escuelas infantiles de orientación académica y los que van a escuelas infantiles orientadas al juego, y explica que los niños que asisten a las de corte académico no adquieren más habilidades matemáticas o de lectura, y en cambio sí muestran mayores niveles de ansiedad, son menos creativos y tienen actitudes más negativas hacia la escuela que los niños que van a escuelas infantiles orientadas al juego. (5)
Los estudios a largo plazo plantean dudas muy sólidas sobre la idea común de que cuanto antes se empiece la formación académica, mejores serán los resultados. En Alemania, por ejemplo, muchas de las escuelas infantiles pasaron a centrarse en lo cognitivo a raíz de una reforma educativa en la década de 1970. Cuando se compararon los resultados de 50 clases basadas en el juego frente a 50 clases basadas en el aprendizaje temprano de las disciplinas académicas, se pudo comprobar que, a los 10 años, los niños que habían asistido a clases orientadas al juego obtenían mejores resultados en lectura y matemáticas, y eran más equilibrados social y emocionalmente. También mostraban mayor creatividad, inteligencia y expresión oral. Como resultado de este estudio, los jardines de infancia alemanes volvieron a orientarse al juego.

Recuperar el juego
El juego está motivado por el placer. Es una parte instintiva del proceso de maduración del niño. No podemos evitar que un niño sano practique el juego libre: lo iniciará a la menor oportunidad. El problema es que hemos recortado el tiempo y las oportunidades de que pueda hacerlo. Por supuesto, no podemos volver la espalda al cambio tecnológico, ni dar la vuelta a los cambios, sociales y económicos que han contribuido a reducir el juego infantil, pero seguramente sí que podemos buscar un cierto equilibrio y tratar de recuperar oportunidades para el juego en la vida del niño.
David Elkind (1) apunta diferentes ideas para proporcionar al niño oportunidades de juego:

Organiza encuentros con niños de su edad y facilita que decidan el tipo de juegos en los que quieren participar. A los niños de la misma edad les gusta jugar juntos. Suelen tener el mismo nivel de destrezas y crean una relación de autoridad mutua. Es importante para los niños participar en juegos con sus compañeros para poder establecer relaciones que crecerán a medida que ellos crezcan.

Evita que tenga demasiados juguetes con demasiada frecuencia. Jugar con juguetes nutre la disposición del niño para usar la imaginación y la fantasía. Pero, en lo que se refiere a los juguetes, menos es más. A menudo los niños se sienten abrumados por la multitud de juguetes que tienen a su alcance y acaban pasando de un objeto a otro sin disfrutar de ninguno en particular. En cambio, disponer de menos objetos puede ser un estímulo para usarlos de forma creativa e imaginativa. Asegúrate de que los juguetes que compras pueden proporcionar inspiración imaginativa, no solo diversión o distracción pasajera.

Cuidado con organizar demasiadas actividades. Muchos padres esán tan preocupados por “preparar” a sus hijos para el futuro, que consideran el juego como un lujo o una pérdida de tiempo. Asegúrate de que tus hijos disponen todos los días de tiempo libre y sin programar. Permite que el niño elija la actividad que quiera para ocupar ese tiempo y proporciónale materiales, como ropa de segunda mano, tus propios zapatos, bolsos, u otros objetos cotidianos que fomentan la expresión creativa y los juegos imaginativos.

Explora la naturaleza. Sal con tus hijos al parque o a dar un buen paseo en plena naturaleza. Anímalos a hacer preguntas sobre lo que ven y a jugar con lo que encuentran. Trepar a un árbol, revolcarse por la hierba, jugar con plantas y tierra y observar los insectos son maneras sencillas y divertidas de entrar en contacto pleno con la naturaleza. Esa relación con la naturaleza, además del disfrute, puede brindar oportunidades para aprender conceptos como las similitudes y las diferencias, o la constancia las cosas más allá del cambio. Estos conceptos son una preparación importante para construir los elementos básicos de las matemáticas, la lectura y las ciencias.

Implícate en la escuela. Otra forma de devolver el juego a la vida de los niños es garantizar que en la escuela tienen descansos de un mínimo de media hora, en que puedan gozar del juego libre no dirigido. También debemos revisar el problema general de una educación orientada a los exámenes en la escuela actual. Cuando los maestros se ven obligados a enseñar para los exámenes, son menos innovadores en sus métodos educativos y dejan menos espacio para los juegos y la imaginación. Unos métodos educativos más creativos, centrados en los intereses de los niños y su predisposición al juego, les harán disfrutar con sus maestros, y ello a la vez reforzará su interés por las materias.