lunes, 30 de septiembre de 2013

CUENTO DE OTOÑO

CUENTO DE MICAEL - JARDÍN
Una Historia de Micael 



Un día, al final del verano, un niño pequeño se fue con su padre a pasear por los campos y los huertos.
El aire era fresco y cristalino, y la luz como el oro. El sol brillante había llenado todos los granos de trigo con luz de verano. 
Los granos de trigo en sus espigas estaban a punto de reventar sus cáscaras. Las manzanas en los árboles estaban gordas y coloradas, a punto de caer al suelo. Durante el día, el niño y su padre estuvieron trabajando. El padre afilaba su guadaña una y otra vez. Silbaba y cantaba mientras cortaba el trigo dorado. El niño tuvo que subir por una escalera alta para recoger de los árboles las manzanas amarillas y rojas. Al principio, tenía miedo de subir por la escalera. Pensaba que podría caerse, pero luego se llenó de valor y subió. Subido en lo alto de la escalera del huerto, llenó cestas y cestas de manzanas maduras y coloradas.
Finalmente se hizo tarde. El padre y el niño habían trabaja-do mucho y bien. Volvieron a casa donde les esperaba la madre con una deliciosa cena, y luego se fueron a la cama. Aquella noche, mientras el niño estaba durmiendo, el Arcángel Micael se le acercó y le dijo: 
-Vente conmigo, te enseñaré algo especial. Micael tomó al niño de la mano y juntos subieron alto, alto, alto, hasta que llegaron al reino de las estrellas. Las estrellas irradiaban y brillaban y cuando Micael pasó por delante de ellas las tocó con su espada luminosa. Tanto amor y fuerza emanaban del toque de la espada que hizo estremecer a las estrellas, dejando brillante luz y deslumbrantes trazos de fuego al pasar ante ellas. Siguieron adelante, y Micael le contó al niño lo contento que estaba de haberle visto cosechar manzanas durante todo el día en la huerta. Había visto al niño subido a la escalera, llenando las cestas con manzanas maduras y coloradas durante todo el día. Entonces Micael tomó su espada brillante y la transformó en una lira y se puso a tocar con ella una canción. La canción era tan pura, buena y verdadera que el niño se quedó mucho tiempo escuchando.
A la mañana siguiente, cuando se despertó, el niño le habló a su padre de Micael, de su espada luminosa y de la música de la lira. -Me gustaría ir otra vez a ver las estrellas, -dijo. Su padre le dijo: -Vente conmigo, te enseñaré algo especial. Hoy no iremos a cosechar en los campos y los huertos. Hoy trabajarás en casa. Durante toda la mañana, el padre, la madre y el niño abrillantaron las manzanas amarillas y rojas que el niño había cosechado el día anterior. 
Cuando terminaron, era hora de comer. La madre tomó un cuchillo y cortó en dos una manzana brillante y roja.
Y allí dentro encontró una estrella... 

PARA INFUNDIR CORAJE, VALOR Y TENER EL SENTIMIENTO DE PROTECCIÓN  PORQUE EN REALIDAD ESA ENERGÍA ESTÁ EN NUESTRO INTERIOR.

domingo, 29 de septiembre de 2013

RITMO DIARIO EN CASA PARA NIÑOS PEQUEÑOS

RITMO DIARIO EN CASA PARA NIÑOS PEQUEÑOS: UNA REFLEXIÓN DESDE LA PEDAGOGÍA WALDORF

¿Cuánto tiempo pasas verdaderamente con tus hijos? ¿Cuáles son las actividades que realizas mientras estás con ellos? Esta reflexión de Helle Heckmann probablemente te haga mirar las cosas desde otra perspectiva.

Cuando se es mamá o papá de niños pequeños uno se siente cansado, duerme poco y tiene, en consecuencia, muy poca energía. Esto genera, con frecuencia, que flaqueemos en situaciones en las que no deberíamos ceder, o que nos gane el enojo y la irritación, lo que motiva que dejemos de estar presentes, y cuando uno no está presente los niños se salen del carril y además no  nos sentimos bien con nosotros mismos. Para facilitarnos la vida diaria con niños pequeños es útil considerar tres aspectos: ser flexible, establecer límites y llevar la misma rutina todos los días.
Llegar a ser flexibles es el resultado de la observación interior objetiva. Es posible ejercitar la flexibilidad mediante un trabajo interno que implique el aprender sobre nosotros mismos. En relación con los límites es necesario que cada quien los defina y establezca qué es lo que se permite a los niños en casa: la hora de ir a dormir, la hora de comer, qué comer, qué palabras se usan en familia y cuáles no, etc. Es importante definir previamente los límites para que en lugar de decir “esto no”, “aquello tampoco”, “eso menos” y llegar al enojo, uno simplemente no les permite a los niños rebasar los límites; esa es decisión del adulto y así no es necesario enojarse. Si nos adelantamos al niño y vemos venir una situación, podemos alejar esa situación con humor y el gesto o la palabra correctos, y esto será posible si se ejercita la flexibilidad. Conocernos más interiormente nos da la posibilidad de adelantarnos también a nosotros mismo, y cuando se es hábil en el manejo de esta herramienta uno puede comenzar a trabajar con los hijos de una manera más libre, gracias a que los límites han quedado establecidos.
La tercera recomendación que mencionamos arriba de hacer una rutina, la misma para cada día, le da ritmo al niño. Todas las familias Waldorf probablemente sepan cómo transcurre el día en el Jardín Niños: los niños viven a lo largo del día períodos alternados de concentración y expansión, como si fuera un ritmo respiratorio en el que hay inhalación y exhalación.
En la fase de inhalación el niño dirige su atención hacia una actividad que, básicamente, lo relaciona consigo mismo. Para los niños pequeños cada período de inhalación (dibujar, pintar acuarela, tejer, comer, etc.) debe durar poco, porque los niños pequeños pueden concentrarse solo por períodos cortos de tiempo. En la fase de exhalación el niño se relaciona principalmente con su entorno (juego libre, correr libremente, etc.). Por cada período de inhalación el niño necesita uno de exhalación y así se establece un patrón. Este ritmo del Jardín de Niños es algo que podemos llevar a casa. Tenemos que averiguar cuáles de las actividades o momentos que se viven en casa son actividades donde el niño “inhala” y en cuáles del niño “exhala” y, cuando el niño está en un período de inhalación, hay que, asegurarnos de estar presentes para él de tal manera que el niño sepa que efectivamente estamos ahí para él. Tras lo cual, por corto tiempo, podemos dedicarnos a nuestras tareas o pendientes en casa y podemos decirle al niño: “Tendrás que esperar porque necesita hacer tal cosa”. Esto está bien, porque sabemos que ya hemos estado presentes con el niño. Por ejemplo, revisemos la situación  de cuando los padres recogen a sus hijos del Jardín de Niños: en el preciso momento que estamos recibiendo al niño, ¿suena el celular y contestamos? ¿saludamos a las otras mamás y nos involucramos en una conversación larga o intensa? Si es así entonces no estamos presentes para el niño. En mi última visita a México vi a muy pocos padres que realmente saludaban a los niños; la mayoría hablaba con otros adultos, atendía asuntos de la escuela, hablaba por el celular o llegaba tarde y con prisa. Sin embargo, para el niño que ha estados lejos de su mamá o papá durante cinco horas y que realmente los necesita, los quiere…. ellos no están ahí. Así que el niño grita: “¡Quiero helado!”, “¡Quiero esto o aquello!” o comienza a correr alrededor o a caerse o se involucra en algún pequeño conflicto porque está confundido, porque no se ha reunido realmente con su mamá o papá. A diferencia de ello, si nos tomamos el tiempo (y quizá no se necesiten más de cinco segundos), nos inclinamos y le damos un abrazo y lo olemos  (mmh, ¡qué agradable!) y realmente estamos ahí, sus ojos nos dirán más que las palabras cómo estuvo su día. No puede decírnoslo con palabras porque, a su edad, no puede recordar, pero sus ojos nos lo dirán todo. Después tomamos su manita y caminamos juntos (a un paso que el niño pueda seguir) y esto es maravilloso porque estamos creando una nueva situación positiva, una situación de tú y yo (“you and I situation”). Después de eso, si es necesario saludar a la gente, podemos hacerlo brevemente, pero junto con el niño, de modo que él sienta “Estoy donde pertenezco, con mi mamá (o papá).” Ésta es una situación de inhalación  en la que estuvimos presentes.
Luego, nos vamos al auto y a casa) exhalación y  quizá sea ya la hora de comer, que nos trae el siguiente momento de inhalación. ¿Cómo es ese momento? ¿Nos sentamos a comer junto con el niño? ¿O está el niño sentado solo mientras nosotros caminamos al tiempo que hablamos por teléfono? Si nos damos el tiempo para sentarnos con el niño, podremos enseñarle modales en la mesa mediante el ejemplo. Actualmente muchos niños no se sientan con sus padres a la mesa y no aprenden a tomar una cuchara o un cuchillo de manera apropiado. Esto es importante porque, si no se hace, cuando cumplan siete años no podrán tomar el lápiz adecuadamente y aprender a hacerlo a esa edad es mucho más difícil que a la edad de uno o dos años. Además, sentarse a la mesa y tener un proceso que tiene un inicio, un desarrollo y un final es importante porque los procesos de la vida así son, tienen un inicio, un desarrollo y un final. Pero si andamos por ahí, nos sentamos a la mesa por momentos y nos levantamos cuando nos plazca, no estamos enseñando al niño nada de esto. Quizá no nos tome más de diez o quince minutos sentarnos apropiadamente, verificar que el niño está tomando adecuadamente el vaso y bebiendo de él (niños de más de un año no necesitan usar un vaso entrenador) y que está tomando la cuchara adecuadamente. Al comer nosotros masticamos con la boca cerrada, comemos lo que está servido, etc., con lo cual estamos siendo ejemplo para nuestros hijos y más importante todavía, nos hemos tomado un tiempo para crear nuevamente una situación de tú y yo, además de ayudar al niño a encontrar una forma social sobre cómo nos comportamos cuando comemos juntos. Cuando terminamos de comer le recordamos al niño que tiene que ayudar a recoger la mesa y así aprende que cuando él es parte de una situación social, también debe participar del momento de la limpieza. Haciendo todo esto hemos creado una situación en la que hemos estado presentes y ahora podemos decir al niño “Ve y juega” (exhalación) porque ya hemos estado ahí para él y ahora podemos atender nuestras tareas de adulto, siempre dentro del campo de visión del niño. Esto último es importante porque un niño pequeño no puede jugar por sí solo si el centro no está ahí y nosotros, mamás o papás, somos la persona más importante para el niño, somos su centro, así que si salimos de la habitación donde él está nos va a seguir.
Puede suceder que, mientras uno está atendiendo sus propios asuntos, el niño se acerque y diga “Estoy aburrido”. En este caso, por supuesto, no encendemos la televisión ni le ponemos una película,  ni caricaturas, ni música grabada. En esos momentos es válido decir “Ve a jugar tú solo”. Si sabemos que hemos estado realmente presentes podemos esperar que ellos encuentren qué hacer consigo mismos. Es muy importante no tener temor de que nuestros hijos no sepan qué hacer o estén aburridos. Es fundamental sentir que eso está bien: He estado presente con mi hijo o hija, ahora él o ella puede estar consigo mismo. Actualmente los padres de familia ofrecen a menudo a sus hijos los medios electrónicos o los involucran en actividades dirigidas por adultos porque temen que sus niños se aburran y dan por hecho que éstos no saben qué hacer consigo mismos. Esta es una situación engañosa porque si creemos que nosotros como padres tenemos que entretener a los hijos menores de siete años todo el tiempo con medios electrónicos de entretenimiento (películas, televisión, videojuegos, etc.), o con clases por la tarde u otras actividades dirigidos por adultos, entonces los niños no aprenden a jugar por si solos, no tendrán un momento en el que puedan experimentar el estado de no saber qué hacer para desde ahí avanzar a un estado en el que puedan encontrar imágenes interiores y así crear cosas desde dentro. Así que, al permitir que los niños se aburran, les estamos ayudando, porque estar aburridos les da la oportunidad de involucrarse en un proceso de creatividad interna. El hecho de que los niños puedan estar consigo mismos y puedan crear su propio juego sin  la dirección de un adulto es de gran importancia, porque durante los primeros siete años de vida todo se trata sobre ser capaces de crear.
Si todas las actividades que los niños hacen vienen de fuera (pantallas electrónicas, videojuegos, dirección adulta, etc.) entonces no pasa mucho en el ámbito de la creación interna. Por ello, en los Jardines de Niños Waldorf, las maestras no se sientan a jugar con los niños, sino que hacen trabajo real necesario en el salón o el área exterior, del cual los niños toman inspiración para su propio juego. En este tipo de Jardines de Niños veremos a maestras barriendo, cocinando, cosiendo, ocupándose del huerto de hortalizas, cuidando animales de granja, cortando madera o cualquier cosa que el entorno e instalaciones particulares de cada escuela permita hacer. Igualmente uno, como mamá o papá, en la fase de exhalación, puede hacer su trabajo y los niños el suyo, es decir, jugar. Esto es posible sólo cuando los niños sienten que se han encontrado verdaderamente con su mamá o papá en una fase previa de inhalación.
Lo mismo pasa cuando los niños se van a la cama por la noche. Lo que los niños aman escuchar son historias de la vida de su mamá o papá. Ni los libros, ni la radio, ni la música, ni las películas o caricaturas tiene el mismo impacto en el niño que escucha a su mamá o papá. Encontrar la propia historia para contar significa tanto y es, además, una herramienta con la que puede uno cambiar situaciones que están atoradas. Es muy difícil para los niños soltar a su mamá o papá si sienten que éstos no han estado presentes, pero si hemos abrazado al niño, le hemos soplado suavemente en su orejita, le hemos contado alguna historia desde el corazón, entonces realmente hemos estado ahí, entonces es posible darle un beso y acostarlo y sentir “Puedo irme porque ya he estado presente”. Solo así podemos esperar que el niño, duerma sin nuestra compañía y es sano que duerma solo(a).
En Dinamarca, donde yo vivo, muchos padres llegan a situaciones en las que tienen que estar tomando la mano de su hijo o hija, tienen que acostarse a su lado, tienen que leer veinte historias, cantar cincuenta canciones… y todo esto toma una, una y media o hasta dos horas y cuando por fin salen con sigilo de la habitación, escuchan: ¡Mami, quiero agua! Entonces es un estado terrible en el que quieren matar al niño. Es posible evitar esto estableciendo los límites y encontrando la manera para sentir que es razonable dejar al niño consigo mismo porque hemos estado presentes en diversas situaciones a lo largo del día. De otra manera, si no ha habido situaciones de tú y yo con las que el niño se llene suficientemente del amor de sus padres y si, además, no se le ha dado oportunidad de jugar por sí solo, de trabajar desde dentro, no se debe esperar que pueda dormir por sí solo.
 Hay otro aspecto tocante al tiempo que pasan los padres con el niño después del Jardín de Niños sobre el que me gustaría llamar la atención. Si llevamos a los niños de clase en clase o los entregamos a los medios electrónicos en sus muy diversas formas para que los mantengan “ocupados”, entonces pasamos menos tiempo con los niños. Pero los niños son pequeños por muy corto tiempo. En el momento en que los son podemos pensar que es un tiempo que durará mucho, pero en menos de lo que canta un gallo veremos que ha quedado atrás. Si dejamos a los niños involucrarse en su propio juego estando nosotros cerca mientras atendemos nuestras propias tareas, y estamos realmente presentes en las situaciones de inhalación, abonaremos la confianza, que ya existe, del niño hacia nosotros. Esta confianza será muy importante el día de mañana cuando lleguen a la prepubertad y a la pubertad, porque será la que los acercará a nosotros, sus padres, cuando tengan problemas o será la que los llevará a oírnos cuando les digamos qué hacer y qué no hacer. Harán esto sólo si confían en nosotros, si hemos estado ahí para ellos, de lo contrario los hijos no vendrán a nosotros y emergerá un sinnúmero de problemas. Por eso es que los primeros siete años del niño son tan importantes, porque esa confianza plena, ese creer que el mundo es bueno es la base de su vida futura. Después de esos primeros siete años uno ya no tiene mucho que decir pues son los amigos los que importan. Su elección de amistades tiene mucho que ver con los principios morales que les hemos enseñado y hemos construido con ellos a lo largo de esos primeros siete años. Además, si a los niños se les da oportunidad de trabajar desde dentro, se conocerán a sí mismos y serán capaces de decir “No” cuando se topen con algo que no les guste y decir “Sí” a lo que si quieren. Uno es capaz de hacer una elección si se conoce a sí mismo, y un ser humano que puede hacer una elección tiene una autoestima sana.
En este contexto es importante cómo  se relacionan entre si el Jardín de Niños y la casa: debe haber un puente entre un mundo y el otro. De cierta manera es un poco difícil para las familias  que escogieron una escuela Waldorf. En el momento que escogemos la educación Waldorf para nuestros hijos nos diferenciamos de la mayor parte de la sociedad. Hemos escogido un camino difícil porque se dirá “no” a lo que es considerado como normal y esto significa que emergerán muchas situaciones en las que somos diferentes de los demás, pero hemos hecho una elección. No podemos estar con un pie en un lado y el otro pie en el otro; a veces quisiéramos, pero no es posible. Una vez que se ha tomado este camino, el de actuar con conciencia, entonces uno se fija en la comida, en los tiempos adecuados (en qué momento hago qué con mi hijo), en la crianza, en todo. Así, hacer el puente entre el Jardín de Niños Waldorf y la casa es muy importante: el niño podrá ver entonces que hay congruencia. Por ello es fundamental que haya plena confianza entre el Jardín de Niños y la familia, pues sobre esta confianza la maestra podrá apoyar la decisión de la familia de asumir una educación Waldorf y la familia, a su vez, podrá respetar lo que en el Jardín de Niños se haga, de manera que un cosa  sin la otra no son nada!
Tengo tres hijos de 29, 26 y 23 años, y ahora puedo cosechar los 25 años de duro trabajo y dedicación a mis hijos. Es fantástico porque puedo ver cómo ellos pueden salir a la vida con libertad y sabiduría porque ya no me necesitan, pero me aman y les gusta estar conmigo y a sus amigos también. Este es, creo yo, el anhelo más elevado que deseamos como padres: que cuando nuestros hijos sean adultos, por momentos, ellos escojan libremente estar con nosotros. Podemos descubrir con nuestros hijos una nueva forma de relación social porque tenemos una conciencia diferente que nos permitirá encontrarnos con ellos de mejor manera. 

¿Qué debe saber un niño de cuatro años?

¿Qué debe saber un niño de cuatro años?

Publicado: 22/09/2013 10:08

Hace poco, en un foro sobre la educación de los hijos, leí una entrada de una madre preocupada porque sus hijos, de cuatro años y año y medio, no sabían lo suficiente. "¿Qué debe saber un niño de cuatro años?", preguntaba.
Las respuestas que leí no solo me entristecieron sino que me irritaron. Una madre indicaba una lista de todas las cosas que sabía su hijo. Contar hasta 100, los planetas, escribir su nombre y apellido, y así sucesivamente. Otras presumían de que sus hijos sabían muchas más cosas, incluso los de tres años. Algunas incluían enlaces a páginas con listas de lo que debe saber un niño a cada edad. Solo unas pocas decían que cada niño se desarrolla a su propio ritmo y que no hay que preocuparse.
Me molestó mucho que la respuesta de esas mujeres a una madre angustiada fuera añadirle más preocupación, con listas de todo lo que sabían hacer sus hijos y los de ella no. Somos una cultura tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han convertido en trofeos de los que presumir. La infancia no debe ser una carrera.
Por todo ello, he decidido proponer mi lista de lo que debe saber un niño (o una niña) de cuatro años:
  1. Debe saber que la quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento
  2. Debe saber que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en lugares públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe conocer sus derechos y que su familia siempre le va a apoyar.
  3. Debe saber reír, hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
  4. Debe saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se le va a dejar dedicarse a ello. Si no le apetece nada aprender los números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el barro.
  5. Debe saber que el mundo es mágico y ella también. Debe saber que es fantástica, lista, creativa, compasiva y maravillosa. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de hadas es tan importante como practicar la fonética. Mejor dicho, mucho más.
Pero más importante es lo que deben saber los padres:
  1. Que cada niño aprende a andar, hablar, leer y hacer cálculos a su propio ritmo, y que eso no influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos después.
  2. Que el factor que más influye en el buen rendimiento académico y las buenas notas en el futuro es que leer a los niños de pequeños. No las fichas, ni los manuales, ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más rutilantes, sino que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o ambos) a sentarse a leerles buenos libros.
  3. Que ser el niño más listo o más estudioso de la clase nunca ha significado ser el más feliz. Estamos tan obsesionados por tratar de dar a nuestros hijos todas las "ventajas" que lo que les estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y llenas de tensión como las nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una niñez sencilla y despreocupada.
  4. Que nuestros niños merecen vivir rodeados de libros, naturaleza, utensilios artísticos y la libertad para explorarlos. La mayoría de nosotros podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros hijos y no los echarían de menos, pero algunos son importantes: juguetes como los LEGO y las construcciones, juguetes creativos como los materiales artísticos de todo tipo (buenos), los instrumentos musicales (tanto clásicos como multiculturales), disfraces, y libros y más libros (cosas, por cierto, que muchas veces se pueden conseguir muy baratas en tiendas de segunda mano). Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para jugar con montoncitos de alubias secas en el taburete (supervisados, por supuesto), amasar pan y ponerlo todo perdido, usar pintura, plastilina y purpurina en la mesa de la cocina mientras hacemos la cena aunque lo salpiquen todo, tener un rincón en el jardín en que puedan arrancar la hierba y hacer un cajón de barro.
  5. Que nuestros hijos necesitan tenernos más. Hemos aprendido tan bien eso de que necesitamos cuidar de nosotros mismos que algunos lo usamos como excusa para que otros cuiden de nuestros hijos. Claro que todos necesitamos tiempo para un baño tranquilo, ver a los amigos, un rato para despejar la cabeza y, de vez en cuando, algo de vida aparte de los hijos. Pero vivimos en una época en la que las revistas para padres recomiendan que tratemos de dedicar 10 minutos diarios a cada hijo y prever un sábado al mes dedicado a la familia. ¡Qué horror! Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los ordenadores, las actividades extraescolares, las clases de ballet, los grupos organizados para jugar y los entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS. Necesitan a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho durante el día, unas madres que se sienten a hacer manualidades con ellos, padres y madres que les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que demos paseos con ellos en las noches de primavera sin importarnos que el pequeñajo vaya a 150 metros por hora. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena aunque tardemos el doble y trabajemos el doble. Tienen derecho a saber que para nosotros son una prioridad y que nos encanta verdaderamente estar con ellos.
Y volviendo a esas listas de lo que saben los niños de cuatro años...
Sé que es natural comparar a nuestros hijos con otros niños y querer asegurarnos de que estamos haciendo todo lo posible por ellos. He aquí una lista de lo que se suele enseñar a los niños de esa edad y lo que deberían saber al acabar cada curso escolar, a partir del preescolar.
Como nosotros estamos educando a nuestros hijos en casa, yo suelo imprimir esas listas para comprobar si hay algo que falte de forma llamativa en lo que están aprendiendo. Hasta ahora no ha sucedido, pero a veces obtengo ideas sobre posibles temas para juegos o libros que sacar de la biblioteca pública. Tanto si los niños van al colegio como si no, las listas pueden ser útiles para ver lo que otros están aprendiendo, y pueden ayudar a tranquilizarnos sabiendo que van muy bien.
Si existen aspectos en los que parece que un niño está por detrás, hay que darse cuenta que eso no indica ningún fracaso, ni del niño ni de sus padres. Simplemente, es una laguna. Los niños aprenden lo que tienen alrededor, y la idea de que todos deben saber esas 15 cosas a una edad concreta es una tontería. Aun así, si queremos que las aprenda, lo que tenemos que hacer es introducirlas en la vida normal, jugar con ellas, y las absorberá de manera natural. Si contamos hasta 60 cuando estamos haciendo la masa de un bizcocho, aprenderá a contar. Podemos sacar de la biblioteca libros divertidos sobre el espacio o el abecedario. Experimentar con todo, desde la nieve hasta los colores de los alimentos. Todo irá entrando con más naturalidad, más diversión y muchas menos presiones.
Sin embargo, mi consejo favorito sobre los niños pequeños es el que aparece en esta página. 
¿Qué necesita un niño de cuatro años?
Mucho menos de lo que pensamos, y mucho más.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
 

viernes, 20 de septiembre de 2013

El enfado: cómo ayudar a los niños a manejar esta compleja emoción | ASACA

El enfado: cómo ayudar a los niños a manejar esta compleja emoción | ASACA


El enfado es una emoción básica que sentimos todos. Sin embargo, cuando se pierde el control, el enojo se vuelve destructivo. ¿Cómo ayudar a los más pequeños a gestionar esta emoción?

El enfado puede suponer para los niños problemas con la familia y los compañeros, y puede repercutir en el rendimiento escolar. Al igual que otras emociones, el enfado va acompañado de cambios fisiológicos; tanto la frecuencia cardíaca como la presión arterial pueden aumentar. El enojo puede deberse tanto a hechos internos como externos. Un niño, por ejemplo, puede enojarse porque siente que sus notas no son buenas (interno), o bien porque su hermano lo ha empujado (externo).
La manera natural de expresar el enojo consiste en responder de forma agresiva. Es la respuesta intuitiva ante la percepción de amenazas físicas o verbales. Sin embargo, responder agresivamente a cada situación de amenaza no es sano ni seguro . La violencia acarrea problemas sociales, dificultades con la familia, problemas con la justicia y un daño físico o emocional. Por lo tanto, es importante enseñar a los niños, desde pequeños, formas saludables de controlar su ira.

¿Cómo se manifiesta el enojo según las edades?

En la primera infancia, los niños comienzan a adquirir la capacidad de reprimir los impulsos de agresión física (como empujar, golpear, pellizcar, morder, gritar, etc.) cuando están enojados. Los niños en edad preescolar aprenden a identificar los estados emocionales básicos, en ellos mismos y en los demás, mediante el uso de la palabra. Sin embargo, es frecuente que algunos niños recurran a conductas de violencia física (arrojan juguetes, empujan o golpean a sus padres o compañeros), en parte porque aún se están acostumbrando al uso de la palabra para expresar sus sentimientos.
A medida que crecen, los niños adquieren habilidades lingüísticas más complejas y empiezan a desarrollar la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Adquieren empatía y llegan a comprender mejor el efecto de sus actos y palabras en los demás . Con los años, ya deberían saber expresar su enojo con palabras y no físicamente. Sin embargo, los niños con dificultades para hablar o para dominar sus impulsos suelen luchar para controlar sus sentimientos de enojo y pueden responder usando la fuerza física, los gritos o negándose a obedecer las normas escolares o familiares.
Los adolescentes son estimulados por nuevos agentes y preocupaciones que pueden provocar sentimientos de enojo y frustración, como la creciente necesidad de independencia e intimidad, además del aumento de las exigencias académicas, sociales y laborales. Algunos jóvenes expresan su frustración e ira negándose a verbalizar lo que sienten y piensan, mientras que otros reaccionan físicamente, arrojando objetos o dando portazos . Algunos adolescentes tienen dificultades para manejar sus impulsos de agresión física, y sus reacciones pueden llegar al límite de descargar su ira contra los demás. La cultura de grupo también guarda un papel fundamental en la aceptación de la agresión física o verbal como respuesta adecuada a los sentimientos de ira.

¿Qué pueden hacer los padres?

La forma en que los padres responden a las situaciones emocionales influye de manera significativa en el aprendizaje del niño a manejar sus propias emociones. Los niños necesitan una guía para poder expresar y dominar las emociones y conductas correctamente . Los niños que ganan habilidad para manejar las emociones (consultar el 6º Cuaderno FAROS ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia ), como el enojo, pueden sobrellevar y repeler mejor el estrés.
Esta capacidad les servirá desde la infancia hasta la adultez, y redundará en una mejor salud física y en un más alto rendimiento académico y laboral. Reduce, además, los problemas de conducta fomentando, a la vez, el autocontrol, la confianza en uno mismo y las buenas relaciones con los compañeros.
Los padres pueden estimular la adquisición de habilidades eficaces para manejar el enojo de las siguientes maneras:
  • Ayudándolos a desarrollar la empatía . Por ejemplo, le puedes preguntar a tu hijo: “¿Cómo piensas que se puede sentir María cuando le gritas y le quitas su juguete?” o “¿Cómo te sentirías tú si Pablo te hiciera lo mismo?”.
  • Enseñándoles que puede admitirse cualquier sentimiento pero no cualquier comportamiento . Es decir, uno puede sentirse frustrado, pero no por ello puede golpear, patear o agarrar a otro para expresar lo que siente.
  • Cada situación que lleva a tu hijo a afrontar sentimientos de enfado es una oportunidad de aprendizaje. Cuando notes que tu hijo mantiene la calma ante una situación irritante, remárcalo y felicítalo. En cambio, si notas que no controla bien el enfado, acércate para ayudarle a resolver el problema. Pregúntale, por ejemplo, qué podría hacer la próxima vez que le suceda algo que suscite su enfado. Ayúdale a encontrar opciones como “avisar a un adulto” o “dar la espalda”, y luego aliéntalo a que la próxima vez reaccione eligiendo una de estas formas socialmente aceptadas.
  • Ayudándolos a desarrollar hábitos de control efectivo del estrés para evitar exabruptos de ira. Pídeles que piensen y participen regularmente en actividades positivas, como hacer ejercicio, leer, escuchar música, etc., que los mantengan alejados de aquello que los irrita.
  • Aconsejándoles a hacer inspiraciones profundas antes de reaccionar agresivamente cuando están enfadados.

¿Cuándo hay que buscar la ayuda de un profesional?

Aprender a controlar los sentimientos de enfado es una parte normal del crecimiento. Algunos niños adquieren habilidades efectivas para el control de la ira fácilmente, mientras que otros necesitan más práctica.
Si tu hijo tiene dificultades para calmarse cuando está enfadado o sufre episodios frecuentes en los que no puede evitar agredir física o verbalmente, es posible que necesite la intervención de un profesional en salud mental.
Un profesional podrá evaluar las causas subyacentes y los factores que activan el enojo y la frustración, y ayudar al niño a adquirir habilidades específicas para el control de la ira. Podrá, también, dar apoyo y orientación a los padres y a los profesores.

martes, 17 de septiembre de 2013

Mamá es esa señora.



Mamá es esa SEÑORA que lleva en el bolso un pañuelo con mis mocos, un paquete de toallitas, un chupete y un pañal de emergencia, por si acaso...
Es ese COHETE tan rápido que va por la casa disparando y que está en todas partes al mismo tiempo...
Es esa MAGA que puede hacer desaparecer lágrimas con un beso...
Es esa FORZUDA capaz de hacerle frente a cualquiera, por defender a sus criaturas (de 0 a 50 años) y levantar con un solo brazo mis 15 kilos...
Es esa CAMPEONA DE ATLETISMO capaz de llegar en décimas de segundo, para evitar que me caiga...
Es esa SEÑORA con el pelo de dos colores que dice que en cuanto tenga otro huequito, solo otro, va a la peluquería...
Es esa CHEFF, capaz de hacerme la cena con dos tonterías que quedaban en la heladera aunque ella se quede sin cenar...
Es ese MÉDICO que sabe con solo mirarme si tengo fiebre, cuánta y lo que tiene que hacer...
Es esa ECONOMISTA que se pone la ropa de hace cientos de años para que yo vaya bien guapo...
Es esa SONÁMBULA que puede levantarse dormida a las 3 de la
mañana, mirar si me hice pis, cambiarme el pañal, darme el jarabe
para la tos, un poco de agua, todo a oscuras y sin despertarse...
MAMÁ es aquella mujer que jamás se dio cuenta que envejecía, por ver a sus hijos realizarse, llorando de noche porque ya tienen alas y dentro de poco dejarán el nido para buscar otro y de día sonríe para que los hijos no tengan remordimiento al dejarla por que ella se siente feliz... LA VES?..
ES AQUELLA, LA MÁS GUAPA, LA QUE SIEMPRE SONRÍE Y TE MIRA CON TANTA TERNURA.

¿Por qué mi hij@ no me hace caso?

¿Por qué mi hij@ no me hace caso? 

 Aprendemos jugando juntos, aprender juntos, disciplina positiva, educación emocional, educar niñ@s felices.

 Son muchas las mamás y papás que dicen “es que mi niñ@ no me hace caso, cuando le llamo nunca viene a la primera o cuando le digo que haga algo se lo tengo que repetir tropecientas veces…”. ¿Por qué ocurre esto?

 Muchas veces somos nosotr@s l@s que inconscientemente les enseñamos a no hacer caso a la primera.

¿Cuántas veces nos dicen “mamá/papá ven que quiero enseñarte una cosa” o empiezan a hablarnos de algo y les decimos “espera un momento”? Les enseñamos que cuando alguien está haciendo algo hemos de esperar a que termine para poder hablar o decirle lo que deseamos, pero no les enseñamos que cuando ese algo es importante no puede esperar.

 Teniendo en cuenta que para ell@s lo más importante es jugar, si cuando están jugando les llamamos para poner la mesa o para cenar o para bañarse es normal que nos digan “espera”, porque ellos están haciendo algo importante y siguiendo la misma lógica debemos esperar a que terminen, ¿no?.
 Este tipo de comportamiento también se da mucho en niñ@s con padres ocupadísimos (que trabajan mucho y muchas horas) y muestran un déficit de atención hacia sus hij@s.

  ¿Qué podemos hacer?

 1.- Dar ejemplo. Si acudimos cuando nos llaman mientras son pequeños, seguramente favorecerá que ellos también lo hagan. Recuerda que aprenden por imitación.
 2.- Las cosas se piden por favor. Intentamos enseñarles a ellos y a veces a nosotros se nos olvida. 
 3. Tenemos que explicarles el motivo por el que les interrumpimos y les llamamos. 4. Si es algo que nos interesa a nosotros, lo mejor es que vayamos hasta donde están ell@s y les pidamos lo que esperamos que hagan y por qué. De nada sirve gritarlo desde otra habitación.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

LOS BESOS

Los niños sólo dan besos cuando quieren


Muchas veces, empleamos a nuestro hijo como representante del afecto familiar, y nadie niega que los besos de los niños son especiales (un poco húmedos, pero muy sinceros), son de los mejores que se pueden recibir. Pero los niños son los que han de elegir a quién quieren demostrar sus afectos. Si nos pusiéramos por un momento en su lugar, veríamos de lo inapropiado, a veces, de nuestras solicitudes amorosas a terceras personas.

"Hijito, dale un besito a la señora Elvira" y nuestro hijo quizás piense para sus adentros "¿Y quién es la señora Elvira para que yo le tenga que dar un beso?". Pese que para nosotros dar un beso de despedida o bienvenida es un acto social frecuente, solicitar a nuestro hijo que de besos de manera poco espontánea puede parecerle un acto desagradable o incomprensible.

El niño considera el dar besos como un acto de intimidad, del que está dispuesto a otorgar a sus papás, hermanos o allegados, pero quizás todavía no puede entender que sea un acto social, para quedar bien o ser educado. Así que es frecuente, que nuestro hijo se niegue en rotundo a favorecer con un beso o un abrazo a alguien con el que no tiene la suficiente confianza o se niegue porque quizás esta solicitud se produce cuando no le apetece hacerlo. Quedaremos fatal ante la negativa del niño y la persona afectada también se sentirá violenta por la tensión producida entre padres e hijo.

¡Cuántas veces los niños nos dejan mal cuando los instrumentalizamos! Los niños en la intimidad, hacen mil y una monerías, pero aunque hay algunos siempre dispuestos a conquistar el corazón de los presentes repitiendo sus proezas y ofreciendo abrazos y besos a diestro y siniestro, hay otros, que se cierran en banda, porque no va con ellos esto de la conquista y la interpretación. Aunque desde luego, todos quedan admirados ante un niño sociable, risueño, comprometedor y cariñoso, debemos respetar que a nuestro hijo no le apetezca o no crea oportuno mostrar sus afectos a otros. Cada niño tiene su propia personalidad y le llevará un tiempo saber que ciertas muestras de cariño pueden ser conductas sociales esperadas.

Patro Gabaldón. Redactora de GuiaInfantil.com

BIENVENIDOS/AS AL NUEVO CURSO ESCOLAR 2013/2014