domingo, 29 de septiembre de 2013

RITMO DIARIO EN CASA PARA NIÑOS PEQUEÑOS

RITMO DIARIO EN CASA PARA NIÑOS PEQUEÑOS: UNA REFLEXIÓN DESDE LA PEDAGOGÍA WALDORF

¿Cuánto tiempo pasas verdaderamente con tus hijos? ¿Cuáles son las actividades que realizas mientras estás con ellos? Esta reflexión de Helle Heckmann probablemente te haga mirar las cosas desde otra perspectiva.

Cuando se es mamá o papá de niños pequeños uno se siente cansado, duerme poco y tiene, en consecuencia, muy poca energía. Esto genera, con frecuencia, que flaqueemos en situaciones en las que no deberíamos ceder, o que nos gane el enojo y la irritación, lo que motiva que dejemos de estar presentes, y cuando uno no está presente los niños se salen del carril y además no  nos sentimos bien con nosotros mismos. Para facilitarnos la vida diaria con niños pequeños es útil considerar tres aspectos: ser flexible, establecer límites y llevar la misma rutina todos los días.
Llegar a ser flexibles es el resultado de la observación interior objetiva. Es posible ejercitar la flexibilidad mediante un trabajo interno que implique el aprender sobre nosotros mismos. En relación con los límites es necesario que cada quien los defina y establezca qué es lo que se permite a los niños en casa: la hora de ir a dormir, la hora de comer, qué comer, qué palabras se usan en familia y cuáles no, etc. Es importante definir previamente los límites para que en lugar de decir “esto no”, “aquello tampoco”, “eso menos” y llegar al enojo, uno simplemente no les permite a los niños rebasar los límites; esa es decisión del adulto y así no es necesario enojarse. Si nos adelantamos al niño y vemos venir una situación, podemos alejar esa situación con humor y el gesto o la palabra correctos, y esto será posible si se ejercita la flexibilidad. Conocernos más interiormente nos da la posibilidad de adelantarnos también a nosotros mismo, y cuando se es hábil en el manejo de esta herramienta uno puede comenzar a trabajar con los hijos de una manera más libre, gracias a que los límites han quedado establecidos.
La tercera recomendación que mencionamos arriba de hacer una rutina, la misma para cada día, le da ritmo al niño. Todas las familias Waldorf probablemente sepan cómo transcurre el día en el Jardín Niños: los niños viven a lo largo del día períodos alternados de concentración y expansión, como si fuera un ritmo respiratorio en el que hay inhalación y exhalación.
En la fase de inhalación el niño dirige su atención hacia una actividad que, básicamente, lo relaciona consigo mismo. Para los niños pequeños cada período de inhalación (dibujar, pintar acuarela, tejer, comer, etc.) debe durar poco, porque los niños pequeños pueden concentrarse solo por períodos cortos de tiempo. En la fase de exhalación el niño se relaciona principalmente con su entorno (juego libre, correr libremente, etc.). Por cada período de inhalación el niño necesita uno de exhalación y así se establece un patrón. Este ritmo del Jardín de Niños es algo que podemos llevar a casa. Tenemos que averiguar cuáles de las actividades o momentos que se viven en casa son actividades donde el niño “inhala” y en cuáles del niño “exhala” y, cuando el niño está en un período de inhalación, hay que, asegurarnos de estar presentes para él de tal manera que el niño sepa que efectivamente estamos ahí para él. Tras lo cual, por corto tiempo, podemos dedicarnos a nuestras tareas o pendientes en casa y podemos decirle al niño: “Tendrás que esperar porque necesita hacer tal cosa”. Esto está bien, porque sabemos que ya hemos estado presentes con el niño. Por ejemplo, revisemos la situación  de cuando los padres recogen a sus hijos del Jardín de Niños: en el preciso momento que estamos recibiendo al niño, ¿suena el celular y contestamos? ¿saludamos a las otras mamás y nos involucramos en una conversación larga o intensa? Si es así entonces no estamos presentes para el niño. En mi última visita a México vi a muy pocos padres que realmente saludaban a los niños; la mayoría hablaba con otros adultos, atendía asuntos de la escuela, hablaba por el celular o llegaba tarde y con prisa. Sin embargo, para el niño que ha estados lejos de su mamá o papá durante cinco horas y que realmente los necesita, los quiere…. ellos no están ahí. Así que el niño grita: “¡Quiero helado!”, “¡Quiero esto o aquello!” o comienza a correr alrededor o a caerse o se involucra en algún pequeño conflicto porque está confundido, porque no se ha reunido realmente con su mamá o papá. A diferencia de ello, si nos tomamos el tiempo (y quizá no se necesiten más de cinco segundos), nos inclinamos y le damos un abrazo y lo olemos  (mmh, ¡qué agradable!) y realmente estamos ahí, sus ojos nos dirán más que las palabras cómo estuvo su día. No puede decírnoslo con palabras porque, a su edad, no puede recordar, pero sus ojos nos lo dirán todo. Después tomamos su manita y caminamos juntos (a un paso que el niño pueda seguir) y esto es maravilloso porque estamos creando una nueva situación positiva, una situación de tú y yo (“you and I situation”). Después de eso, si es necesario saludar a la gente, podemos hacerlo brevemente, pero junto con el niño, de modo que él sienta “Estoy donde pertenezco, con mi mamá (o papá).” Ésta es una situación de inhalación  en la que estuvimos presentes.
Luego, nos vamos al auto y a casa) exhalación y  quizá sea ya la hora de comer, que nos trae el siguiente momento de inhalación. ¿Cómo es ese momento? ¿Nos sentamos a comer junto con el niño? ¿O está el niño sentado solo mientras nosotros caminamos al tiempo que hablamos por teléfono? Si nos damos el tiempo para sentarnos con el niño, podremos enseñarle modales en la mesa mediante el ejemplo. Actualmente muchos niños no se sientan con sus padres a la mesa y no aprenden a tomar una cuchara o un cuchillo de manera apropiado. Esto es importante porque, si no se hace, cuando cumplan siete años no podrán tomar el lápiz adecuadamente y aprender a hacerlo a esa edad es mucho más difícil que a la edad de uno o dos años. Además, sentarse a la mesa y tener un proceso que tiene un inicio, un desarrollo y un final es importante porque los procesos de la vida así son, tienen un inicio, un desarrollo y un final. Pero si andamos por ahí, nos sentamos a la mesa por momentos y nos levantamos cuando nos plazca, no estamos enseñando al niño nada de esto. Quizá no nos tome más de diez o quince minutos sentarnos apropiadamente, verificar que el niño está tomando adecuadamente el vaso y bebiendo de él (niños de más de un año no necesitan usar un vaso entrenador) y que está tomando la cuchara adecuadamente. Al comer nosotros masticamos con la boca cerrada, comemos lo que está servido, etc., con lo cual estamos siendo ejemplo para nuestros hijos y más importante todavía, nos hemos tomado un tiempo para crear nuevamente una situación de tú y yo, además de ayudar al niño a encontrar una forma social sobre cómo nos comportamos cuando comemos juntos. Cuando terminamos de comer le recordamos al niño que tiene que ayudar a recoger la mesa y así aprende que cuando él es parte de una situación social, también debe participar del momento de la limpieza. Haciendo todo esto hemos creado una situación en la que hemos estado presentes y ahora podemos decir al niño “Ve y juega” (exhalación) porque ya hemos estado ahí para él y ahora podemos atender nuestras tareas de adulto, siempre dentro del campo de visión del niño. Esto último es importante porque un niño pequeño no puede jugar por sí solo si el centro no está ahí y nosotros, mamás o papás, somos la persona más importante para el niño, somos su centro, así que si salimos de la habitación donde él está nos va a seguir.
Puede suceder que, mientras uno está atendiendo sus propios asuntos, el niño se acerque y diga “Estoy aburrido”. En este caso, por supuesto, no encendemos la televisión ni le ponemos una película,  ni caricaturas, ni música grabada. En esos momentos es válido decir “Ve a jugar tú solo”. Si sabemos que hemos estado realmente presentes podemos esperar que ellos encuentren qué hacer consigo mismos. Es muy importante no tener temor de que nuestros hijos no sepan qué hacer o estén aburridos. Es fundamental sentir que eso está bien: He estado presente con mi hijo o hija, ahora él o ella puede estar consigo mismo. Actualmente los padres de familia ofrecen a menudo a sus hijos los medios electrónicos o los involucran en actividades dirigidas por adultos porque temen que sus niños se aburran y dan por hecho que éstos no saben qué hacer consigo mismos. Esta es una situación engañosa porque si creemos que nosotros como padres tenemos que entretener a los hijos menores de siete años todo el tiempo con medios electrónicos de entretenimiento (películas, televisión, videojuegos, etc.), o con clases por la tarde u otras actividades dirigidos por adultos, entonces los niños no aprenden a jugar por si solos, no tendrán un momento en el que puedan experimentar el estado de no saber qué hacer para desde ahí avanzar a un estado en el que puedan encontrar imágenes interiores y así crear cosas desde dentro. Así que, al permitir que los niños se aburran, les estamos ayudando, porque estar aburridos les da la oportunidad de involucrarse en un proceso de creatividad interna. El hecho de que los niños puedan estar consigo mismos y puedan crear su propio juego sin  la dirección de un adulto es de gran importancia, porque durante los primeros siete años de vida todo se trata sobre ser capaces de crear.
Si todas las actividades que los niños hacen vienen de fuera (pantallas electrónicas, videojuegos, dirección adulta, etc.) entonces no pasa mucho en el ámbito de la creación interna. Por ello, en los Jardines de Niños Waldorf, las maestras no se sientan a jugar con los niños, sino que hacen trabajo real necesario en el salón o el área exterior, del cual los niños toman inspiración para su propio juego. En este tipo de Jardines de Niños veremos a maestras barriendo, cocinando, cosiendo, ocupándose del huerto de hortalizas, cuidando animales de granja, cortando madera o cualquier cosa que el entorno e instalaciones particulares de cada escuela permita hacer. Igualmente uno, como mamá o papá, en la fase de exhalación, puede hacer su trabajo y los niños el suyo, es decir, jugar. Esto es posible sólo cuando los niños sienten que se han encontrado verdaderamente con su mamá o papá en una fase previa de inhalación.
Lo mismo pasa cuando los niños se van a la cama por la noche. Lo que los niños aman escuchar son historias de la vida de su mamá o papá. Ni los libros, ni la radio, ni la música, ni las películas o caricaturas tiene el mismo impacto en el niño que escucha a su mamá o papá. Encontrar la propia historia para contar significa tanto y es, además, una herramienta con la que puede uno cambiar situaciones que están atoradas. Es muy difícil para los niños soltar a su mamá o papá si sienten que éstos no han estado presentes, pero si hemos abrazado al niño, le hemos soplado suavemente en su orejita, le hemos contado alguna historia desde el corazón, entonces realmente hemos estado ahí, entonces es posible darle un beso y acostarlo y sentir “Puedo irme porque ya he estado presente”. Solo así podemos esperar que el niño, duerma sin nuestra compañía y es sano que duerma solo(a).
En Dinamarca, donde yo vivo, muchos padres llegan a situaciones en las que tienen que estar tomando la mano de su hijo o hija, tienen que acostarse a su lado, tienen que leer veinte historias, cantar cincuenta canciones… y todo esto toma una, una y media o hasta dos horas y cuando por fin salen con sigilo de la habitación, escuchan: ¡Mami, quiero agua! Entonces es un estado terrible en el que quieren matar al niño. Es posible evitar esto estableciendo los límites y encontrando la manera para sentir que es razonable dejar al niño consigo mismo porque hemos estado presentes en diversas situaciones a lo largo del día. De otra manera, si no ha habido situaciones de tú y yo con las que el niño se llene suficientemente del amor de sus padres y si, además, no se le ha dado oportunidad de jugar por sí solo, de trabajar desde dentro, no se debe esperar que pueda dormir por sí solo.
 Hay otro aspecto tocante al tiempo que pasan los padres con el niño después del Jardín de Niños sobre el que me gustaría llamar la atención. Si llevamos a los niños de clase en clase o los entregamos a los medios electrónicos en sus muy diversas formas para que los mantengan “ocupados”, entonces pasamos menos tiempo con los niños. Pero los niños son pequeños por muy corto tiempo. En el momento en que los son podemos pensar que es un tiempo que durará mucho, pero en menos de lo que canta un gallo veremos que ha quedado atrás. Si dejamos a los niños involucrarse en su propio juego estando nosotros cerca mientras atendemos nuestras propias tareas, y estamos realmente presentes en las situaciones de inhalación, abonaremos la confianza, que ya existe, del niño hacia nosotros. Esta confianza será muy importante el día de mañana cuando lleguen a la prepubertad y a la pubertad, porque será la que los acercará a nosotros, sus padres, cuando tengan problemas o será la que los llevará a oírnos cuando les digamos qué hacer y qué no hacer. Harán esto sólo si confían en nosotros, si hemos estado ahí para ellos, de lo contrario los hijos no vendrán a nosotros y emergerá un sinnúmero de problemas. Por eso es que los primeros siete años del niño son tan importantes, porque esa confianza plena, ese creer que el mundo es bueno es la base de su vida futura. Después de esos primeros siete años uno ya no tiene mucho que decir pues son los amigos los que importan. Su elección de amistades tiene mucho que ver con los principios morales que les hemos enseñado y hemos construido con ellos a lo largo de esos primeros siete años. Además, si a los niños se les da oportunidad de trabajar desde dentro, se conocerán a sí mismos y serán capaces de decir “No” cuando se topen con algo que no les guste y decir “Sí” a lo que si quieren. Uno es capaz de hacer una elección si se conoce a sí mismo, y un ser humano que puede hacer una elección tiene una autoestima sana.
En este contexto es importante cómo  se relacionan entre si el Jardín de Niños y la casa: debe haber un puente entre un mundo y el otro. De cierta manera es un poco difícil para las familias  que escogieron una escuela Waldorf. En el momento que escogemos la educación Waldorf para nuestros hijos nos diferenciamos de la mayor parte de la sociedad. Hemos escogido un camino difícil porque se dirá “no” a lo que es considerado como normal y esto significa que emergerán muchas situaciones en las que somos diferentes de los demás, pero hemos hecho una elección. No podemos estar con un pie en un lado y el otro pie en el otro; a veces quisiéramos, pero no es posible. Una vez que se ha tomado este camino, el de actuar con conciencia, entonces uno se fija en la comida, en los tiempos adecuados (en qué momento hago qué con mi hijo), en la crianza, en todo. Así, hacer el puente entre el Jardín de Niños Waldorf y la casa es muy importante: el niño podrá ver entonces que hay congruencia. Por ello es fundamental que haya plena confianza entre el Jardín de Niños y la familia, pues sobre esta confianza la maestra podrá apoyar la decisión de la familia de asumir una educación Waldorf y la familia, a su vez, podrá respetar lo que en el Jardín de Niños se haga, de manera que un cosa  sin la otra no son nada!
Tengo tres hijos de 29, 26 y 23 años, y ahora puedo cosechar los 25 años de duro trabajo y dedicación a mis hijos. Es fantástico porque puedo ver cómo ellos pueden salir a la vida con libertad y sabiduría porque ya no me necesitan, pero me aman y les gusta estar conmigo y a sus amigos también. Este es, creo yo, el anhelo más elevado que deseamos como padres: que cuando nuestros hijos sean adultos, por momentos, ellos escojan libremente estar con nosotros. Podemos descubrir con nuestros hijos una nueva forma de relación social porque tenemos una conciencia diferente que nos permitirá encontrarnos con ellos de mejor manera. 

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