CUENTO
DE MICAEL - JARDÍN
Una Historia de Micael
Un día, al final del verano, un niño pequeño se fue con su padre a pasear
por los campos y los huertos.
El aire era fresco y cristalino, y la luz como el oro. El sol brillante
había llenado todos los granos de trigo con luz de verano.
Los granos de trigo en sus espigas estaban a punto de reventar sus
cáscaras. Las manzanas en los árboles estaban gordas y coloradas, a punto de
caer al suelo. Durante el día, el niño y su padre estuvieron trabajando. El
padre afilaba su guadaña una y otra vez. Silbaba y cantaba mientras cortaba el
trigo dorado. El niño tuvo que subir por una escalera alta para recoger de los
árboles las manzanas amarillas y rojas. Al principio, tenía miedo de subir por
la escalera. Pensaba que podría caerse, pero luego se llenó de valor y subió.
Subido en lo alto de la escalera del huerto, llenó cestas y cestas de manzanas
maduras y coloradas.
Finalmente se hizo tarde. El padre y el niño habían trabaja-do mucho y
bien. Volvieron a casa donde les esperaba la madre con una deliciosa cena, y
luego se fueron a la cama. Aquella noche, mientras el niño estaba durmiendo, el
Arcángel Micael se le acercó y le dijo:
-Vente conmigo, te enseñaré algo especial. Micael tomó al niño de la mano y
juntos subieron alto, alto, alto, hasta que llegaron al reino de las estrellas.
Las estrellas irradiaban y brillaban y cuando Micael pasó por delante de ellas
las tocó con su espada luminosa. Tanto amor y fuerza emanaban del toque de la
espada que hizo estremecer a las estrellas, dejando brillante luz y
deslumbrantes trazos de fuego al pasar ante ellas. Siguieron adelante, y Micael
le contó al niño lo contento que estaba de haberle visto cosechar manzanas durante
todo el día en la huerta. Había visto al niño subido a la escalera, llenando
las cestas con manzanas maduras y coloradas durante todo el día. Entonces
Micael tomó su espada brillante y la transformó en una lira y se puso a tocar
con ella una canción. La canción era tan pura, buena y verdadera que el niño se
quedó mucho tiempo escuchando.
A la mañana siguiente, cuando se despertó, el niño le habló a su padre de
Micael, de su espada luminosa y de la música de la lira. -Me gustaría ir otra
vez a ver las estrellas, -dijo. Su padre le dijo: -Vente conmigo, te enseñaré
algo especial. Hoy no iremos a cosechar en los campos y los huertos. Hoy
trabajarás en casa. Durante toda la mañana, el padre, la madre y el niño
abrillantaron las manzanas amarillas y rojas que el niño había cosechado el día
anterior.
Cuando terminaron, era hora de comer. La madre tomó un cuchillo y cortó en
dos una manzana brillante y roja.
Y allí dentro encontró una estrella...
PARA INFUNDIR CORAJE, VALOR Y TENER EL SENTIMIENTO DE PROTECCIÓN PORQUE EN REALIDAD ESA ENERGÍA ESTÁ EN NUESTRO INTERIOR.
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