Nos toca cambio, el otoño, nos abre sus puertas. Con naturalidad, sin resistencia, drama, ni apego, la Naturaleza sigue su curso,
aceptando y adaptándose a los elementos. No llora porque el sol tarda más en salir y se despide pronto,
sino que disfruta un poco mas de la luna y las estrellas; da la
bienvenida a los grises nubarrones y recibe con alegría abundantes
chaparrones; caen hojas que ya se secaron dejando el sitio para los
nuevos brotes que tendrán que llegar y es el tiempo de recoger la cosecha de la tierra, los frutos correspondientes a las siembras precedentes.
Es la seguridad del cambio en el círculo vital.
La llegada del otoño nos trae dos buenas lecciones:
Seria todo más fácil si nos concentráramos en el momento presente, con
aceptación y agradecimiento, viviéndolo plenamente, disfrutando lo que
queremos y nos gusta o, en caso contrario, hacer todo lo que esté en
nuestra mano para cambiar la situación. En ambos casos, recordemos que
es temporal y pasará, seguro.
La playa, los días largos, las bermudas y sandalias dan paso al campo y la sierra, la berrea, la vendimia y las castañas. Parece lo mismo de siempre, pero siempre es nuevo.
El otoño nos facilita pruebas de la Ley de la Vida: Se recoge lo que se siembra.
Las cosechas se corresponden con las semillas elegidas plantadas en
primavera y los continuos cuidados de luz, aire y agua; así como la
espera paciente de que llegado el momento apropiado surgirán los frutos correspondientes.
Quizá se fomente en demasía las fiestas y conciertos playeros del verano, olvidando festejar el nacimiento de los nuevos frutos en el otoño y apreciando y disfrutando de los encantos de la
época.
Demos la bienvenida a la nueva estación y gocemos de su contenido, porque, con la seguridad del cambio, también pasará.
Ana Novo
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