miércoles, 13 de mayo de 2015

LAS RABIETAS


Las rabietas: “Quiéreme cuando menos me lo merezca, porque será cuando más lo necesite”, Rosa Jové 
 
 
niña-llorando

¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra más utilizada es el “no” y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él “no es” porque aún no sabe realmente lo que “es”

 
Cuando nacemos, el principal plan que tiene la naturaleza con nosotros es que podamos sobrevivir. Para ello nos “apega” con las personas que nos cuidan, ya que está comprobado que teniendo a un cuidador cerca vivimos más (recordad que somos una especie muy incompletita cuando nacemos). Por eso es tan importante que los bebés nos reclamen cuando no estamos cerca y por ello es tan importante que nosotros intentemos satisfacer sus necesidades más importantes (alimento, sueño, higiene, contacto…), solo así se crea un apego seguro entre el niño y sus padres: el niño se da cuenta que tiene personas que le quieren y que le van a cuidar pase lo que pase, y por eso será un niño feliz. Es importante durante los primeros años de la vida de un niño dejarle bien clarito que “siempre” estaremos con él, que “siempre” le querremos y le cuidaremos, aunque a veces no nos guste “exactamente” lo que hace. Eso es la base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar altibajos y adversidades.


Alrededor de los dos años (puede variar según el niño) la supervivencia del niño está ya más garantizada (se desplaza solo, puede comer casi de todo y con sus propias manos, es autónomo en sus actos más vitales ….) y la naturaleza (¡qué sabia que es!) tiene otro plan para nosotros: si al principio era “apegarnos” para sobrevivir, ahora nos prepara para la independencia (pensad que sin independencia no crearíamos una familia propia, y eso es básico para el plan reproductor de la naturaleza). La independencia y autonomía es un largo camino que se va adquiriendo con la edad y a estas edades empezamos de una forma muy rudimentaria.


¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra más utilizada es el “no” y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él “no es” porque aún no sabe realmente lo que “es”. Intento explicarme mejor: ¿Cómo se yo (niño) que soy otro y puedo hacer cosas diferentes a mis padres? ¡Pues llevándoles la contraria! Puede que aún no tenga claro lo que voy a ser pero así sé lo que no soy: yo no soy mi s padres, por lo tanto ¡soy otro! El único problema para los niños, es que les conlleva un conflicto emocional importante porque como los padres no entienden lo que pasa y normalmente se enfadan con ellos, los niños notan que se están enfrentando a los seres que más quieren y eso les provoca una ambivalencia de sentimientos. Eso, nada y más y nada menos son las famosas rabietas: una lucha interior entre lo que debo hacer por naturaleza y una incomprensión de mis padres hacia tales actos que me provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos. Esa ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo paterno, es la fuente de la mayoría de las rabietas. Por eso lo mejor es dejarle claro que haga lo que haga siempre le queremos y le comprendemos, aunque a veces no estemos de acuerdo.
Muchos padres viven esta etapa con mucha ansiedad porque piensan que es una forma que tienen sus hijos de rebeldía, tomarles el pelo y desobediencia. Nada más lejos. En estas conductas del niño no hay ningún sentido de “ponernos aprueba” ni hay ningún juego de poder entre medio (bueno a veces los padres sí que se lo toman como tal, pero el niño nunca pretende “desafiar” al adulto, solo hacer cosas diferentes a sus padres). Si el niño lleva la contraria a sus padres es para comunicarles algo muy importante: “¿lo ves?, me hago mayor. ¡Yo no soy tú! Puedo querer, desear y hacer cosas que tu no quieres”.


rabietas-ninos-1-2-anos


¿Qué hacemos ante una rabieta?
La mejor manera de superar las rabietas la resumo en cinco puntos

1. Comprendiendo que el niño no pretende tomarnos el pelo.
Esta simple convicción hará que seamos más flexibles con ellos (y por lo tanto se evitan muchos conflictos). Solamente pretende mostrarnos su identidad diferenciada.

2. Dejando que pueda hacer aquello que quiere
¿Y si es peligroso o nocivo?” -me preguntareis-. Evidentemente lo primero es salvaguardar la vida humana, pero los niños raramente piden cosas nocivas, ¿saben lo más peligroso que me pidieron mis hijos cuando eran pequeños? ¡Ir sin atar en la sillita del coche!. Evidentemente les dije que no, y no arrancamos hasta que estuvieron convencidos, pero no me han pedido nunca nada tan peligroso. Bueno, una vez mi hijo mayor cogió una pequeña rabieta porque quería un cuchillo “jamonero”, pero la culpa era más mía por dejar a su vista (y alcance) un cuchillo de tales dimensiones, que él por pedirlo. ¿No? El hecho de que quieran llevar una ropa diferente a la que nosotros queremos puede que atente contra el buen gusto, pero raramente atentará contra la vida humana. Lo mismo pasa con alguna golosina o con otras cosas. Si usted es un padre que vigila que el entorno de su hijo sea seguro, es difícil que pueda pedir o tocar algo nocivo para él. El hecho de el niño pueda experimentar el resultado de sus acciones sin notar el rechazo paterno hará que no se sienta mal ni ambivalente (y, de paso, evitamos la rabieta).

3. Evitando tentaciones
Los comerciantes saben perfectamente que los niños piden cosas que les gustan (por eso en los grandes supermercados suelen poner chucherías en las líneas de caja) ¿Acaso pensaba que el suyo es el único niño que montaba en cólera por una chuchería? Si su hijo es de los que pide juguetes cuando los ve expuestos o chucherías si las tiene delante ¿Qué espera?. Intente evitar esos momentos (no se lo lleve de compras a una juguetería o intente buscar una caja donde hacer cola que no tenga expositor de juguetes ni dulces) o pacte con él una solución (“Cariño vamos al super. Mamá no puede estar comprando cada día chuches porque no son buenas para tu barriguita, así que solo eligiremos una cosita”). Si los mayores nos rendimos muchas veces a una tentación (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra) ¿Por qué pensamos que un niño puede contenerse más que nosotros?

4. Podemos expresar nuestra disconformidad, pero no atacamos la personalidad del niño o valoramos negativamente su conducta.
Es decir, mi hijo no es más bueno o malo porque ha hecho una cosa bien o no. Mi hijo siempre es bueno, aunque a veces yo no le entienda o no me guste lo que ha hecho. En este sentido vean este diálogo: Mamá: Cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso. Niño: No quiero, mamá: ¿Cómo que no quieres? Esto está mal. ¡Eres un niño malo! Tía Marta te quiere mucho y tú no la quieres. Mamá no te querrá tampoco. A partir de aquí puede haber dos opciones o el niño monta una pataleta del tipo: ¡eres tonta y tía Marta también! Y ya la tenemos liada. O bien, ante la idea de perder el amor de su madre, va y le da un beso a tía Marta, a lo que su madre responde: “¡Que bien! Así me gusta ¡Qué bueno eres!” con lo que el niño aprende que es bueno cuando no se porta como él siente y que solo obra bien cuando hace lo único que quiere su madre. Es decir: se nos quiere cuando disfrazamos nuestros sentimientos.
Ninguna de las dos soluciones es correcta porque en ningún momento hemos evitado atacar la personalidad del niño (eres malo) y hemos valorado su conducta (esto esta mal o esto está bien). Si en lugar de ello hubiéramos entendido sus emociones, a pesar de mostrar nuestra disconformidad, el resultado podría haber sido: Mamá: cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso. Niño: No quiero. Mamá: Vaya, parece que no te apetece dar un beso a la tía marta. (Reconocemos sus sentimientos) Niño: sí. Mamá: Cuando las personas van de visita a casa de otra se les da un beso de bienvenida, aunque en ese momento no se tengan muchas ganas ¿lo sabías? Niño: No. (Y si dice que sí, es lo mismo). Mamá: ¿vamos pues a darle un beso de bienvenida a tía Marta? Normalmente a estas alturas el niño (que ha visto que le han entendido y que no le han valorado negativamente) suele contestar que sí. En el hipotético caso de que siga con su negativa podemos mostrar nuestra disconformidad: Mamá: El hecho de que no se lo des me disgusta, porque en esta casa intentamos que la gente se sienta bien. ¿Qué podemos hacer para que tía Marta se sienta bien sin tu beso? (a lo mejor tía Marta es una barbuda de mucho cuidado y a su hijo no le apetece darle un beso, pero eso no implica que quiera que se sienta ofendida). Niño: le diré hola y le tiro un beso. Mamá: Me parece que has encontrado una solución que nos va a gustar a todos. ¡Vamos!

5. Las rabietas se pasan con la edad
Es decir, llega un día en que el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que “es” y “quiere” y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si su petición es razonable. ¿Cómo hacer que llegue antes este momento en que finalizan las rabietas? Por una parte hemos de procurar que en la etapa anterior (la del apego que explicábamos al principio) el niño esté correctamente apegado: un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego. Una vez haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene “intentando” que no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les “ignoramos” suelen volverse más sumisos y dependientes (otro día os explico los mecanismos psicológicos de ignorar conductas), aunque lo que vemos es un niño que se doblega y “parece” que mejore en sus rabietas. Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de otra forma (ahora o en la adolescencia). Sé que es difícil acordarse de todo ante una rabieta infantil. Sé que es difícil razonar cuando estamos a punto de perder la razón. Sé que es difícil, y por eso, ante la duda de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a los niños.

“Quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite” o lo que es lo mismo: “intenta ponerte en mi lugar porque yo también lo estoy pasando mal”.
Rosa Mª Jové Montanyola ( Lleida, 1961)
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, está especializada en psicología clínica infantil y juvenil y en psicopediatría (bebés de 0 a 3 años).
Te puede interesar el libro: “Ni rabietas ni conflictos” de Rosa Jové

lunes, 27 de abril de 2015

Algunos vídeos de este curso

martes, 7 de abril de 2015

LIBERTAD Y LÍMITES

Rebeca Wild

Rebeca Wild (Alemania, 1939) Pedagoga. Estudió Filología Germánica, Pedagogía Musical y Pedagogía de Montessori. Desde 1961 reside en Ecuador donde en 1977 fundó, junto a su marido Mauricio Wild, el «Pesta», un centro escolar alternativo compuesto de jardín de infancia, escuela y educación permanente. Ahora trabajan los dos en un nuevo proyecto, El León Dormido.
Me gustaría compartir con vosotros una entrevista que le hicieron hace ya un tiempo en  la Contra de La Vanguardia, justo cuando publicó el libro "Libertad y límites", que os recomiendo encarecidamente.

Rebeca Wild, entrevista para el periódico La Vanguardia

Vivir: estar limitado
IMA SANCHÍS
La base de la educación de los niños es la relación entre padres e hijos; aquéllos son los que les aportan la seguridad emocional para que cuando éstos sean adultos puedan desarrollarse seguros y felices”.Wild explica en su libro cómo poner límites a nuestros hijos según la etapa de su desarrollo”.  Cuando los  niños juegan se están haciendo a sí mismos. “La libertad consiste en desarrollar el  potencial que cada niño lleva dentro y no en adaptarse a una  sociedad cuyas metas son otras”.  "Para que esa libertad con  limites  se pueda dar hace falta un ambiente adecuado donde poder saltar, pintarrajear, golpear, porque  ésta es su manera de entenderse a sí mismo y el entorno”.  Dónde y cuándo es fundamental; vivir significa estar limitado.

 -Por qué tanto niño en las consultas de los psicólogos?
–¿No estaremos criando a los niños para una sociedad en la que se valora más la adaptación que la  consideración de los procesos humanos de desarrollo?

–Posiblemente.
–¿Tienen que estar agradecidos los hijos de los indios de los Andes porque, en lugar de acompañar a sus
padres al campo, pueden acudir a escuelas de cemento para poder repetir lo que un profesor dice de
memoria? ¿Se convertirán así en personas perfectamente válidas?

–No.
–Los humanos tenemos un proceso biológico de desarrollo y aprendizaje que hay que respetar. Enseñar antes de hora a leer a un niño no es hacerlo más inteligente.

–¿Cuál es la alternativa?
–No está en la educación sin límites de muchos padres alternativos, y tampoco en la autoritaria, porque
nadie se comporta mal cuando se siente bien. Comportarse mal significa no percibir los límites o menospreciarlos.

–Límites sí, pero...
–Los límites que incluyen un entorno adecuado a las necesidades del niño le proporcionan seguridad.
Sólo en un ambiente en el que los conceptos de libertad y límites son vividos con coherencia, será posible una convivencia armónica.

–¿Por qué se portan mal?

–Para llamar la atención del adulto y, muy a menudo, para descargarse de toda una serie de actividades (ir
al supermercado, aguantar una visita, no tocar eso, no correr, no gritar...) que van contra la naturaleza del desarrollo del niño.

–A veces te los tienes que llevar
de compras.

–Lo sé. Pero hay que saber que eso a ellos no les gusta, y pactar. Muchos padres no tienen tiempo  suficiente para sus hijos y llenan ese vacío con caprichos que no son necesidades auténticas: regalos, concesiones, dejarles estar levantados de noche hasta tarde o caramelos.

–Los padres tienen que trabajar.
–Cuando estás con ellos, has de estar al 100%. ¿Estás realmente presente cuando atiendes sus  necesidades físicas (a la hora de la comida, el baño) o estás sólo a medias con los pensamientos en otro lugar?

–Entiendo.
–Estos detalles cotidianos son la base para la autoconfianza del niño. No le dé caramelos, dele atención,
interésese por lo que hace el niño sin por ello interrumpirle o dirigirle. Estos momentos de atención en los que el niño no necesita al adulto y ni siquiera ha solicitado su presencia aportan las pruebas más claras de un amor sin condiciones.

–A los niños no les gusta que sus padres hablen por teléfono.
–Interrumpa la conversación, diríjase al niño, establezca un contacto directo con él y dígale que ahora no puede estar por él.

–¿Contacto directo?
–Sí, agáchese, póngase a su altura, tóquele, mírele a los ojos y háblele...

–Limites sí, pero con atención.
–Exacto, con atención y amor. Si no quiero que mi hijo toque el aparato de música, no me cargo de  paciencia hasta estallar en un grito, no discuto ni doy explicaciones eternas. Simplemente me coloco yo como límite físico entre el aparato y él y con palabras firmes le digo que no le permito jugar con ese objeto.

–¿Y?
–En lugar de una prohibición, el niño se ve frente a alguien que no le rechaza sino que se planta con las
señales de una ya conocida presencia que le ama entre él y esa cosa que no puede tener.

–Puede estallar una pataleta.
–Los límites siempre son dolorosos, y en especial para niños con un viejo dolor, pero hay que  permanecer firme sin anular el sentimiento del niño con explicaciones. Deje al niño que desahogue esos viejos dolores.

–¿Demasiadas explicaciones son negativas?
–Los niños utilizan todavía todos sus sentidos para establecer contacto con el mundo exterior. Se orientan por nuestra postura, mirada, expresión, olor y sonidos.

–¿Limite y presencia?

–Sí, no hay que dejar al niño sólo en el difícil momento del límite. Cuando está dolido debe sentirse acompañado, pero en ningún caso intentar explicarle los buenos motivos que nos llevan a establecer
ese límite, porque hacer eso es no respetar ese momento de dolor.

–¿Si el niño juega con la comida?

–Mantenerse firme en el “¡No, con la comida no!”, pero el proceso de desarrollo del niño le exige ese
revolver, así que hay que preparar algo en su entorno con lo que el niño pueda remover. Eso se puede aplicar en todas esas actividades en las que los niños quieren participar: si estás cortando zanahorias, dale un cuchillo adecuado, pero sobre todo no le digas cómo debe hacerlo.

–No hay que ser entrometido.

–Nunca te inmiscuyas en sus juegos, dale autonomía y déjale realizarse.

El juego es algo serio: jugar para crecer feliz y saludable




  



La importancia del juego para el desarrollo saludable y el aprendizaje de los niños está sobradamente documentada y queda fuera de todo cuestionamiento. Décadas de estudios han mostrado que el juego es fundamental para el desarrollo físico, intelectual y socio-emocional a todas las edades. Sobre todo, la forma más pura de juego: el juego no estructurado, automotivado, imaginativo, independiente, cuando los niños inician sus propios juegos e incluso inventan sus propias normas para el juego.
A través del juego, los más pequeños aprenden a reconocer colores y formas, sabores y sonidos. Un poco más adelante, los niños usan el juego para aprender a respetarse mutuamente y descubren el valor de la amistad, el compañerismo, la colaboración. Para los adolescentes, el juego puede ser una forma de explorar identidades posibles, además de una forma de desfogarse y de mantenerse en forma.
No obstante, a pesar de su inmenso valor, el juego ha ido desapareciendo de muchas escuelas e incluso de nuestros hogares, y especialmente el juego libre, espontáneo y no estructurado. Conocidos programas televisivos orientados a padres y madres afirman que hay que “enseñar a jugar” a los niños según unas condiciones determinadas: en un lugar determinado, un solo juguete cada vez, dejándolo todo perfectamente recogido... Uno puede preguntarse qué niño puede experimentar placer y diversión o dejar florecer su creatividad bajo condiciones tan limitadas.

El Dr. David Elkind, experto en psicología del desarrollo y autor de The Power of Play: How Spontaneous, Imaginative Activities Lead to Happier and Healthier Children (2007), estima que en los últimos veinte años los niños de las sociedades postindustriales han perdido unas 12 horas de juego a la semana, y de ellas, 8 horas de juego libre. “La eliminación de los juegos es tan perjudicial para el desarrollo saludable de los niños, si no más, que la prisa por que crezcan demasiado deprisa demasiado pronto”, escribe Elkind. Puede que la limitación del juego no se produzca de forma premeditada, sino que tal vez nuestras prácticas cotidianas, en casa y en la escuela, tengan como resultado una disminución del juego libre, espontáneo y no dirigido. Sin duda, tendríamos que tomarnos el juego muy en serio, y pensar en qué medida podemos propiciar o interferir en que nuestros hijos puedan jugar en libertad. (1)

Jugar para gozar de una vida plena y saludable
En la primera infancia, el juego ayuda a los niños a desarrollar habilidades que no podrían adquirir de otro modo. El balbuceo, por ejemplo, es una forma de juego en que los bebés reproducen los sonidos del idioma de sus padres. Del mismo modo, los niños aprenden solos a gatear, ponerse de pie y caminar, y otras muchas destrezas, mediante la práctica repetitiva del juego.

Luego, los niños emprenden juegos de rol y aprenden a regular sus relaciones con los demás. También aprenden a negociar y solucionar sus propios conflictos. Mientras juegan, los niños inventan historias, resuelven problemas y negocian aplicando diferentes estrategias. Saben lo que quieren y trabajan con ahínco para conseguir llevarlo a cabo. Como les mueve una motivación interior, aprenden la poderosa lección de que son capaces de perseverar en sus propias ideas hasta llegar a alcanzar un buen resultado.

Un informe de 2007 de la Academia Americana de Pediatría documenta que el juego promueve el desarrollo del comportamiento y también el crecimiento cerebral.(2) Algunos tipos de juego en particular tienen especial importancia. Así, por ejemplo, la psicóloga israelí Sara Smilansky realizó una serie de estudios clásicos sobre el juego sociodramático, donde dos o más niños participan en fantasías compartidas, y demostró el valor de este juego para el aprendizaje académico, social y emocional. “El juego sociodramático activa recursos que estimulan el crecimiento social e intelectual del niño, lo que afecta a su vez al éxito del niño en la escuela”, concluye Smilansky en un estudio de 1990. “Por ejemplo, la resolución de problemas en la mayoría de materias escolares requiere un alto grado de imaginación o fantasía, visualizar cómo viven los esquimales, leer historias, imaginar una historia y escribirla, resolver problemas matemáticos, y determinar qué vendrá después”. Los niños que participan en formas complejas de juego sociodramático tienen mejores habilidades lingüísticas que los que no lo hacen, mejores habilidades sociales, más imaginación y más de esa capacidad sutil que consiste en comprender lo que otros quieren decir. Son menos agresivos y muestran mayor autocontrol y mayores niveles de pensamiento.(3)

Otras investigaciones ilustran la importancia del juego físico para el aprendizaje y el desarrollo de los niños. Algunos de estos estudios han destacado la importancia de los recreos. Así, el psicólogo Anthony Pellegrini y sus colegas han comprobado que los niños de primaria están menos atentos en clase cuando se retrasa el recreo o las pausas son insuficientes.(4) Estudios en escuelas de primaria en Francia y Canadá, durante un período de cuatro años, observaron que la actividad física regular tenía efectos positivos en los resultados académicos. Dedicar un tercio del tiempo del colegio a la educación física, el arte y la música mejoraba no solo la forma física, sino las actitudes hacia el aprendizaje. Cientos de estudios sobre el efecto del ejercicio en la función cognitiva confirman el viejo precepto mens sana in corpore sano: la actividad física promueve el aprendizaje.

A pesar de la evidencia acumulada, en los últimos años se puede ver cómo muchos padres y centros educativos aceptan la idea de que cuanto antes se inicie la formación académica, mayor será el rendimiento escolar en el futuro y el éxito en la vida. Esta idea lleva a algunas escuelas a aplicar una metodología de corte académico ya en la etapa de 3 a 6 años: introducen precozmente la lectura, la escritura y el cálculo, y reducen o limitan el juego. Tal creencia a veces se ve reforzada en los hogares, donde después de la jornada escolar, padres y madres sientan a sus hijos de corta edad a completar fichas a modo de “deberes”, en lugar de permitirles que se liberen de las tensiones acumuladas mediante el juego libre y espontáneo.

En Estados Unidos, la psicóloga Kathy Hirsh-Paasek ha estudiado de forma exhaustiva las habilidades de niños que van a escuelas infantiles de orientación académica y los que van a escuelas infantiles orientadas al juego, y explica que los niños que asisten a las de corte académico no adquieren más habilidades matemáticas o de lectura, y en cambio sí muestran mayores niveles de ansiedad, son menos creativos y tienen actitudes más negativas hacia la escuela que los niños que van a escuelas infantiles orientadas al juego. (5)
Los estudios a largo plazo plantean dudas muy sólidas sobre la idea común de que cuanto antes se empiece la formación académica, mejores serán los resultados. En Alemania, por ejemplo, muchas de las escuelas infantiles pasaron a centrarse en lo cognitivo a raíz de una reforma educativa en la década de 1970. Cuando se compararon los resultados de 50 clases basadas en el juego frente a 50 clases basadas en el aprendizaje temprano de las disciplinas académicas, se pudo comprobar que, a los 10 años, los niños que habían asistido a clases orientadas al juego obtenían mejores resultados en lectura y matemáticas, y eran más equilibrados social y emocionalmente. También mostraban mayor creatividad, inteligencia y expresión oral. Como resultado de este estudio, los jardines de infancia alemanes volvieron a orientarse al juego.

Recuperar el juego
El juego está motivado por el placer. Es una parte instintiva del proceso de maduración del niño. No podemos evitar que un niño sano practique el juego libre: lo iniciará a la menor oportunidad. El problema es que hemos recortado el tiempo y las oportunidades de que pueda hacerlo. Por supuesto, no podemos volver la espalda al cambio tecnológico, ni dar la vuelta a los cambios, sociales y económicos que han contribuido a reducir el juego infantil, pero seguramente sí que podemos buscar un cierto equilibrio y tratar de recuperar oportunidades para el juego en la vida del niño.
David Elkind (1) apunta diferentes ideas para proporcionar al niño oportunidades de juego:

Organiza encuentros con niños de su edad y facilita que decidan el tipo de juegos en los que quieren participar. A los niños de la misma edad les gusta jugar juntos. Suelen tener el mismo nivel de destrezas y crean una relación de autoridad mutua. Es importante para los niños participar en juegos con sus compañeros para poder establecer relaciones que crecerán a medida que ellos crezcan.

Evita que tenga demasiados juguetes con demasiada frecuencia. Jugar con juguetes nutre la disposición del niño para usar la imaginación y la fantasía. Pero, en lo que se refiere a los juguetes, menos es más. A menudo los niños se sienten abrumados por la multitud de juguetes que tienen a su alcance y acaban pasando de un objeto a otro sin disfrutar de ninguno en particular. En cambio, disponer de menos objetos puede ser un estímulo para usarlos de forma creativa e imaginativa. Asegúrate de que los juguetes que compras pueden proporcionar inspiración imaginativa, no solo diversión o distracción pasajera.

Cuidado con organizar demasiadas actividades. Muchos padres esán tan preocupados por “preparar” a sus hijos para el futuro, que consideran el juego como un lujo o una pérdida de tiempo. Asegúrate de que tus hijos disponen todos los días de tiempo libre y sin programar. Permite que el niño elija la actividad que quiera para ocupar ese tiempo y proporciónale materiales, como ropa de segunda mano, tus propios zapatos, bolsos, u otros objetos cotidianos que fomentan la expresión creativa y los juegos imaginativos.

Explora la naturaleza. Sal con tus hijos al parque o a dar un buen paseo en plena naturaleza. Anímalos a hacer preguntas sobre lo que ven y a jugar con lo que encuentran. Trepar a un árbol, revolcarse por la hierba, jugar con plantas y tierra y observar los insectos son maneras sencillas y divertidas de entrar en contacto pleno con la naturaleza. Esa relación con la naturaleza, además del disfrute, puede brindar oportunidades para aprender conceptos como las similitudes y las diferencias, o la constancia las cosas más allá del cambio. Estos conceptos son una preparación importante para construir los elementos básicos de las matemáticas, la lectura y las ciencias.

Implícate en la escuela. Otra forma de devolver el juego a la vida de los niños es garantizar que en la escuela tienen descansos de un mínimo de media hora, en que puedan gozar del juego libre no dirigido. También debemos revisar el problema general de una educación orientada a los exámenes en la escuela actual. Cuando los maestros se ven obligados a enseñar para los exámenes, son menos innovadores en sus métodos educativos y dejan menos espacio para los juegos y la imaginación. Unos métodos educativos más creativos, centrados en los intereses de los niños y su predisposición al juego, les harán disfrutar con sus maestros, y ello a la vez reforzará su interés por las materias.

lunes, 23 de marzo de 2015

El trastorno por déficit de naturaleza

El trastorno por déficit de naturaleza

 
El contacto directo con la naturaleza favorece la autonomía, la creatividad, el interés por aprender y la salud tanto física como mental en los niños y niñas. La sociedad debería asumir el reto de hacer posible ese contacto.  
En 2005 el periodista y escritor Richard Louv publicó el libro "Last child in the woods" -El último niño en los bosques-, que ya ha sido traducido a 9 idiomas en 13 países y va camino de convertirse en un best seller de educación ambiental, cosa poco común en los tiempos que vivimos. En su libro, Louv arremete contra las sociedades que han dejado de lado la importante relación entre el ser humano y su entorno natural, dificultando que los niños y niñas puedan estar en contacto con la naturaleza tanto en la escuela como en su tiempo de ocio. Este hecho causa, según Louv, problemas de falta de autonomía, creatividad, capacidad para concentrarse, calmar los ánimos e incluso sobre la salud. Denomina a este fenómeno "trastorno por déficit de naturaleza", un concepto del que se está hablando mucho y que ha generado ya conferencias, artículos en revistas y prensa, grupos de trabajo e incluso organizaciones que buscan promover esa relación perdida entre naturaleza e infancia1.

Desde luego habrá grandes diferencias en este déficit entre las sociedades industrializadas y las que no lo están, y entre los entornos rural y urbano, pero en cualquier caso esta carencia se debe principalmente a dos factores independientemente del lugar donde nos encontremos: el cambio de paradigma en cuanto al juego -qué, cuándo y cómo deben jugar los niños y niñas-, y la pérdida o degradación de espacios naturales.

El cambio de paradigma en cuanto al juego
Cuando los niños y niñas están en un entorno natural, lejos de los juguetes de su habitación y de la enorme lista de posibilidades que les ofrece la sociedad actual para entretenerse, también juegan. Pero el juego es radicalmente distinto. Es desestructurado y autónomo. No hay juegos dirigidos en la naturaleza, la libertad es absoluta. Los palos, ramas, piedras, montículos, tierra, caminos, insectos, huellas, escondrijos y recovecos de un bosque o un parque, no tienen instrucciones de uso. Los espacios naturales además cuentan con una serie de características que favorecen el juego libre, la creatividad y el desarrollo de las emociones, las capacidades físicas y cognitivas: son espacios abiertos en los que correr y poner en marcha los músculos del cuerpo saltando, trepando, agachándose, subiendo y bajando; son espacios saludables donde no llegan o llegan atenuados el polvo, el ruido y el humo del tráfico; son espacios que favorecen el uso de todos los sentidos para comprender y asimilar el entorno, no invitan a que la atención se focalice en un único punto como ocurre por ejemplo cuando los niños y niñas ven la televisión; son espacios de vida, donde todo está interconectado mediante las leyes de la física y la biología en un delicado equilibrio del que el ser humano forma parte; en un espacio natural hay respeto absoluto en cuanto a las necesidades de cada cual. ¿Que lo tuyo es trepar a un árbol? Adelante, ¿Que prefieres entretenerte deshojando una margarita tranquilamente? Muy bien. No hay una pauta para desarrollar la tarde, no se dirige el juego. Y se juega. Y se aprende. La niña que trepó al árbol puso en marcha su destreza física, pero también sospesó en todo momento los límites de cada rama para sostenerla y se enfrentó a sus propios límites. El niño que prefirió deshojar la margarita pasó un agradable rato consigo mismo y comprendió enseguida las partes de la flor, aunque no las sepa nombrar aún.

Es un hecho que en nuestra sociedad han cambiado muchas pautas en cuanto al juego, desde aquellos tiempos en que jugaban nuestros abuelos. En su época nadie les decía a qué tenían que jugar después de la escuela.  Ahora las familias en muchas ocasiones dirigimos el tiempo de nuestros hijos e hijas cada tarde: los lunes música, los martes piscina, los miércoles inglés, los jueves ballet... y el viernes libre, si el niño tiene un poco de suerte o los padres no pueden permitirse más actividades extraescolares. Por su bien, para facilitarles un futuro prometedor, una inteligencia o habilidad deportiva sobresaliente o simplemente porque tenemos que trabajar.

Las ciudades crecen, los pueblos se despueblan, y las calles no son lo que eran. Ahora muchas personas tienen vehículo propio para poder cubrir la distancia que les separa del trabajo cada día, lo que lleva a un incremento del tráfico y a laordenación de las ciudades en función de las necesidades de los automóviles antes que de las personas. En este sentido es muy interesante el trabajo de Francesco Tonucci2, psicopedagogo italiano que aborda la cuestión de la falta de libertad de los niños y niñas para moverse y hacer uso propio -como parte de la ciudadanía que son- de su ciudad.
Existe una corriente de pensamiento en el ámbito de la pedagogía que se viene desarrollando en los últimos años, pero que en realidad tiene su origen en los inicios de la pedagogía precisamente, que aboga por el juego libre3 para favorecer el desarrollo de los niños y niñas a todos los niveles: cognitivo, emocional y físico. El juego libre es la base del trabajo de María Montessori (1870-1942), Paolo Freire (1921-1997) o Rebeca Wild (1939-).

Los espacios naturales
Las zonas verdes favorecen que los niños y niñas disfruten de espacios naturales, pero también mejoran la calidad de vida de toda la ciudadanía y la habitabilidad de las ciudades4. La lista de funciones que desempeñan las llamadas zonas verdes en la ciudad es muy larga: zona de esparcimiento para pequeños y mayores, gimnasio gratuito al aire libre, espacio de encuentro y comunicación entre las personas del vecindario, control de la contaminación del aire, acústica y visual, sumidero de CO2, o control de avenidas e inundaciones.
Está empezando a ser habitual que en los parques infantiles la tierra se haya sustituido por caucho para suavizar los golpes contra el suelo y facilitar la limpieza. Lo más triste del caso es que las familias prefieren el caucho antes que la tierra para el juego de sus hijos e hijas: basta con que introduzca en un buscador "parques de tierra o de caucho" para que salten 485.000 resultados en los que mayoritariamente las familias que opinan se decantan por un parque aséptico del que los niños puedan volver a casa con la ropa limpia. Un parque de caucho es un parque con menos árboles (o encauchados también), sin piedras, sin arena, sin charcos, sin hormigas, sin arbustos que puedan convertirse en casitas para jugar, sin vida.

La educación ambiental
Además de su tiempo de ocio, los niños y niñas tienen su tiempo de escuela. La educación ambiental se sitúa como material transversal al mismo nivel que la educación para la paz, la educación cívica y moral o la afectivo-sexual.  Aunque nos felicitamos por este avance, la educación ambiental que se hace en la escuela suele ser "de interior": ocurre a menudo que el profesor no tiene tiempo de sacar a su alumnado al campo, la elevada ratio en las aulas dificulta la realización de excursiones, o incluso es imposible realizar desdobles en las clases de ciencias para las prácticas de laboratorio porque en la escuela pública faltan personal y recursos.

En el ámbito de la escuela la importancia del contacto con la naturaleza comienza a abrirse paso en forma de talleres sobre agua, biodiversidad, energía y reciclaje, o con iniciativas como las de huertos escolares, espacios vivos y compartidos donde los niños y niñas se implican directamente en el cuidado de las plantas, comprenden los ciclos biológicos porque los ven suceder, y se favorece el respeto por la naturaleza que nos alimenta. Hay multitud de documentos e información en las bibiotecas e internet acerca de cómo poner en marcha una iniciativa de este tipo en casa o en la escuela5, y sobre los beneficios que tiene para los niños y niñas ocupar su tiempo en un huerto.

Todas las personas que tenemos la suerte y la responsabilidad de acompañar en su desarrollo a los niños y niñas, deberíamos pararnos un momento a reflexionar sobre la importancia de facilitarles estar en contacto directo y libre con la naturaleza, de pasear por un bosque, buscar huellas en la nieve, pisar charcos, jugar entre los arbustos del parque y llenarse los bolsillos de piedras.
Nada más... y nada menos.
Aurora Lázaro Melero

viernes, 20 de marzo de 2015

PROYECTO EL POLLITO



¿QUÉ QUEREMOS SABER?
-          CONEJOS (SON GRISES Y VIVEN EN MI CASA)
-          CABALLOS
-          PERROS
-          POLLITOS
 

¿QUÉ QUEREMOS HACER PARA APRENDER DE ANIMALES DE LA GRANJA?
-          BEA QUIERE TRAER A SU GATO COLA CAO
-          NATALIA QUIERE TRAER A SU PERRITA COLITA
-          CARLA QUIERE QUE VENGA SU PERRITA NORA
-          ADRIÁN QUIERE QUE VAYAMOS A VER A SU CABALLO
-          ALICIA QUIERE TRAER A SU PERRA BIMBA

 
¿QUÉ SABEMOS?
-          LA PAJA ES DE:

1.       CABALLOS
2.       CONEJOS
3.       POLLOS
4.       GALLINAS

-          LOS HUEVOS SE TIENEN QUE ROMPER PORQUE LUEGO SALEN LOS ANIMALITOS
-          LAS GALLINAS HACEN HUEVOS A LOS POLLITOS

-          LOS CONEJOS SALEN DE LA HIERBA
-          A LOS CONEJOS LES GUSTAN LAS ZANAHORIAS
-          LOS CONEJOS SALEN POR UN AGUJERO DE LA TIERRA

*LOS CABALLOS VIVEN EN LA GRANJA Y SALEN DE UNA BOLSA DE LA TRIPA DEL CABALLO
*EL HUEVO DEL PÍO, PÍO
*DEL HUEVO SALE UN COCODRILO
*HASTA QUE NO SE ROMPA NO LO VAMOS A SABER





¿CÓMO ES MI PAPÁ?




-          GORDITO, BLANDITO, SIEMPRE SE ENFADA PORQUE TODOS LOS DÍAS ME PORTO MAL Y RIÑO CON MIS PRIMAS.

-          GRANDE, BUENO PORQUE ME QUIERE MUCHO.

-          GRANDE, SE VA A TRABAJAR. BUENO PORQUE SÍ.

-          GRANDE, GRANDE, GRANDE, GORDO, CARIÑOSO PORQUE ME QUIERE MUCHO.

-          GRANDE, ME ABRE LA CAMA; ME CASTIGA PORQUE ME ECHO LA SIESTA, VOMITO Y LLORO.

-          GRANDE, TIENE LA TRIPA GRANDE, ES GUAPO PORQUE LE QUIERO MUCHO.

-          TIENE LA TRIPA MUY GRANDE PORQUE COME MUCHO, CUANDO SE LEVANTA DE LA SIESTA PONE MÚSICA.

-          GRANDE, ES BUENO PORQUE SÍ.

-          ESTÁ TRABAJANDO, PREPARA LA CENA Y TOSTADAS.
-          GORDO Y LOCO.

martes, 10 de marzo de 2015

¿Niños hiperactivos … o inactivos? El alto precio de no jugar


1509256_781448428596167_3597537224162803753_n¿Puede la falta de movimiento y de juego afectar a los niños en su desarrollo cerebral?  La ciencia ha constatado que sí.
Estas imágenes están tomadas de uestudio publicado por la revista Pediatrics que ha puesto de manifesto que los niños que participaron en un programa de actividad física regular mostraron una importante mejora de las funciones cerebrales y las capacidades cognitivas. Según el profesor de Illinois Charles Hillman y sus colegas, “se demuestra una relación causal entre el ejercicio físico y el control ejecutivo, lo que provee un soporte científico para tratar de mejorar la capacidad de aprendizaje y la salud cerebral”. Del estudio se desprende que el ejercicio físico es una gran inversión para todos los niños, especialmente aquellos inatentos o hiperactivos.
1380830_525918327482513_2052322539_nPero también podemos hacer la lectura a la inversa: la falta de movimiento y juego reduce espectacularmente la actividad cerebral de los niños, privándoles de un estímulo esencial y natural de desarrollo, no sólo a nivel cognitivo, sino a todos los niveles, incluido el emocional y social.   Dicho así ¿ya despierta nuestro interés?
La cuestión es que nunca en la historia de la humanidad los niños se han movido y han jugado tan poco, y eso no sale gratis, por lo que se ve. Entre un sistema educativo mecanicista que ignora expresamente que el aprendizaje es movimiento y atornilla a los niños a la silla, y una vida después del cole que transcurre en gran parte en el iluso mundo de la vida virtual, o de las actividades programadas, la cuestión es que una grandísima mayoría de niños, jugar, lo que se dice jugar, juega muy poco.
Si a ello le añadimos el hecho de que las pantallitas y dispositivos reducen espectacularmente la capacidades de atención y ejecutivas de los niños, ya tenemos el cóctel perfecto para los problemas de aprendizaje.  Aunque bajo mi punto de vista eso no es lo peor, lo peor es la gama de experiencias vitales que se pierden los niños, esas que hacen de la infancia el momento mágico y valioso que es, y que tanta trascendencia tiene sobre el tipo de adultos que conseguirán ser.
1231692_516198235121189_628418243_nDe verdad, apaguemos la tele, guardemos los móviles, vayamos al parque, dejemosles construir cabañas en el salón, vayamos de excursión al campo, comamos juntos sin tele, …  Hagamos algo porque estas generaciones de niños no se conviertan en adultos desconectados de sí mismos, de los demás, de la naturaleza. Démosles la oportunidad de ser niños cuando es el momento de serlo. De adultos inmaduros ya está el mundo demasiado lleno.
Isabel Fernandez del Castillo