¿Cómo
hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una
estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra
más utilizada es el “no” y es fácil de entender porque, negando al otro,
empieza a expresar lo que él “no es” porque aún no sabe realmente lo
que “es”
Cuando nacemos, el principal plan que tiene la naturaleza con nosotros es que podamos sobrevivir. Para ello nos “apega”
con las personas que nos cuidan, ya que está comprobado que teniendo a
un cuidador cerca vivimos más (recordad que somos una especie muy
incompletita cuando nacemos). Por eso es tan importante que los bebés
nos reclamen cuando no estamos cerca y por ello es tan importante que
nosotros intentemos satisfacer sus necesidades más importantes
(alimento, sueño, higiene, contacto…), solo así se crea un apego seguro
entre el niño y sus padres: el niño se da cuenta que tiene personas que
le quieren y que le van a cuidar pase lo que pase, y por eso será un niño feliz.
Es importante durante los primeros años de la vida de un niño dejarle
bien clarito que “siempre” estaremos con él, que “siempre” le querremos y
le cuidaremos, aunque a veces no nos guste “exactamente” lo que hace.
Eso es la base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar altibajos y adversidades.
Alrededor de los dos años (puede variar según el niño) la supervivencia
del niño está ya más garantizada (se desplaza solo, puede comer casi de
todo y con sus propias manos, es autónomo en sus actos más vitales ….) y
la naturaleza (¡qué sabia que es!) tiene otro plan para nosotros: si al
principio era “apegarnos” para sobrevivir, ahora nos prepara para la independencia
(pensad que sin independencia no crearíamos una familia propia, y eso
es básico para el plan reproductor de la naturaleza). La independencia y
autonomía es un largo camino que se va adquiriendo con la edad y a
estas edades empezamos de una forma muy rudimentaria.
¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia?
Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en
negar al otro. Su palabra más utilizada es el “no” y es fácil de
entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él “no es”
porque aún no sabe realmente lo que “es”. Intento explicarme mejor:
¿Cómo se yo (niño) que soy otro y puedo hacer cosas diferentes a mis
padres? ¡Pues llevándoles la contraria!
Puede que aún no tenga claro lo que voy a ser pero así sé lo que no
soy: yo no soy mi s padres, por lo tanto ¡soy otro! El único problema
para los niños, es que les conlleva un conflicto emocional importante porque como los padres no entienden lo que pasa
y normalmente se enfadan con ellos, los niños notan que se están
enfrentando a los seres que más quieren y eso les provoca una
ambivalencia de sentimientos. Eso, nada y más y nada menos son las
famosas rabietas: una lucha interior entre lo que debo hacer por naturaleza y una incomprensión de mis padres hacia tales actos
que me provocan unos sentimientos ambivalentes y negativos. Esa
ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo
paterno, es la fuente de la mayoría de las rabietas. Por eso lo mejor es
dejarle claro que haga lo que haga siempre le queremos y le comprendemos, aunque a veces no estemos de acuerdo.
Muchos padres viven esta etapa con mucha
ansiedad porque piensan que es una forma que tienen sus hijos de
rebeldía, tomarles el pelo y desobediencia. Nada más lejos. En estas
conductas del niño no hay ningún sentido de “ponernos aprueba” ni hay
ningún juego de poder entre medio (bueno a veces los padres sí que se lo
toman como tal, pero el niño nunca pretende “desafiar” al adulto, solo
hacer cosas diferentes a sus padres). Si el niño lleva la contraria a
sus padres es para comunicarles algo muy importante: “¿lo ves?, me hago
mayor. ¡Yo no soy tú! Puedo querer, desear y hacer cosas que tu no
quieres”.
¿Qué hacemos ante una rabieta?
La mejor manera de superar las rabietas la resumo en cinco puntos
1. Comprendiendo que el niño no pretende tomarnos el pelo.
Esta simple convicción hará que seamos
más flexibles con ellos (y por lo tanto se evitan muchos conflictos).
Solamente pretende mostrarnos su identidad diferenciada.
2. Dejando que pueda hacer aquello que quiere
¿Y si es peligroso o nocivo?” -me
preguntareis-. Evidentemente lo primero es salvaguardar la vida humana,
pero los niños raramente piden cosas nocivas, ¿saben lo más peligroso
que me pidieron mis hijos cuando eran pequeños? ¡Ir sin atar en la
sillita del coche!. Evidentemente les dije que no, y no arrancamos hasta
que estuvieron convencidos, pero no me han pedido nunca nada tan
peligroso. Bueno, una vez mi hijo mayor cogió una pequeña rabieta porque
quería un cuchillo “jamonero”, pero la culpa era más mía por dejar a su
vista (y alcance) un cuchillo de tales dimensiones, que él por pedirlo.
¿No? El hecho de que quieran llevar una ropa diferente a la que
nosotros queremos puede que atente contra el buen gusto, pero raramente
atentará contra la vida humana. Lo mismo pasa con alguna golosina o con
otras cosas. Si usted es un padre que vigila que el entorno de su hijo
sea seguro, es difícil que pueda pedir o tocar algo nocivo para él. El
hecho de el niño pueda experimentar el resultado de sus acciones sin
notar el rechazo paterno hará que no se sienta mal ni ambivalente (y, de
paso, evitamos la rabieta).
3. Evitando tentaciones
Los comerciantes saben perfectamente que
los niños piden cosas que les gustan (por eso en los grandes
supermercados suelen poner chucherías en las líneas de caja) ¿Acaso
pensaba que el suyo es el único niño que montaba en cólera por una
chuchería? Si su hijo es de los que pide juguetes cuando los ve
expuestos o chucherías si las tiene delante ¿Qué espera?. Intente evitar
esos momentos (no se lo lleve de compras a una juguetería o intente
buscar una caja donde hacer cola que no tenga expositor de juguetes ni
dulces) o pacte con él una solución (“Cariño vamos al super. Mamá no
puede estar comprando cada día chuches porque no son buenas para tu
barriguita, así que solo eligiremos una cosita”). Si los mayores nos
rendimos muchas veces a una tentación (el que esté libre de pecado que
tire la primera piedra) ¿Por qué pensamos que un niño puede contenerse
más que nosotros?
4. Podemos expresar nuestra disconformidad, pero no atacamos la personalidad del niño o valoramos negativamente su conducta.
Es decir, mi hijo no es más bueno o malo
porque ha hecho una cosa bien o no. Mi hijo siempre es bueno, aunque a
veces yo no le entienda o no me guste lo que ha hecho. En este sentido
vean este diálogo: Mamá: Cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso.
Niño: No quiero, mamá: ¿Cómo que no quieres? Esto está mal. ¡Eres un
niño malo! Tía Marta te quiere mucho y tú no la quieres. Mamá no te
querrá tampoco. A partir de aquí puede haber dos opciones o el niño
monta una pataleta del tipo: ¡eres tonta y tía Marta también! Y ya la
tenemos liada. O bien, ante la idea de perder el amor de su madre, va y
le da un beso a tía Marta, a lo que su madre responde: “¡Que bien! Así
me gusta ¡Qué bueno eres!” con lo que el niño aprende que es bueno
cuando no se porta como él siente y que solo obra bien cuando hace lo
único que quiere su madre. Es decir: se nos quiere cuando disfrazamos
nuestros sentimientos.
Ninguna de las dos soluciones es correcta
porque en ningún momento hemos evitado atacar la personalidad del niño
(eres malo) y hemos valorado su conducta (esto esta mal o esto está
bien). Si en lugar de ello hubiéramos entendido sus emociones, a pesar
de mostrar nuestra disconformidad, el resultado podría haber sido: Mamá:
cariño ha venido tía Marta. Ve a darle un beso. Niño: No quiero. Mamá:
Vaya, parece que no te apetece dar un beso a la tía marta. (Reconocemos
sus sentimientos) Niño: sí. Mamá: Cuando las personas van de visita a
casa de otra se les da un beso de bienvenida, aunque en ese momento no
se tengan muchas ganas ¿lo sabías? Niño: No. (Y si dice que sí, es lo
mismo). Mamá: ¿vamos pues a darle un beso de bienvenida a tía Marta?
Normalmente a estas alturas el niño (que ha visto que le han entendido y
que no le han valorado negativamente) suele contestar que sí. En el
hipotético caso de que siga con su negativa podemos mostrar nuestra
disconformidad: Mamá: El hecho de que no se lo des me disgusta, porque
en esta casa intentamos que la gente se sienta bien. ¿Qué podemos hacer
para que tía Marta se sienta bien sin tu beso? (a lo mejor tía Marta es
una barbuda de mucho cuidado y a su hijo no le apetece darle un beso,
pero eso no implica que quiera que se sienta ofendida). Niño: le diré
hola y le tiro un beso. Mamá: Me parece que has encontrado una solución
que nos va a gustar a todos. ¡Vamos!
5. Las rabietas se pasan con la edad
Es decir, llega un día en que el niño
adquiere un lenguaje que le permite explicarse mejor que a través del
llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que “es” y
“quiere” y lo pide sin llevar la contraria a nadie. Llega un momento en
que, si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de
autoafirmación, tenemos un hijo autónomo, que sabe pedir adecuadamente
lo que quiere porque ha aprendido que nunca le hace falta pedirlo mal si
su petición es razonable. ¿Cómo hacer que llegue antes este momento en
que finalizan las rabietas? Por una parte hemos de procurar que en la
etapa anterior (la del apego que explicábamos al principio) el niño esté
correctamente apegado: un niño inseguro tardará más en pasar esta etapa
de independencia. Así que si quiere que su hijo sea autónomo, mímele
todo lo que pueda cuando sea pequeño. Para adquirir la independencia se
necesita seguridad y la seguridad se adquiere con un buen apego. Una vez
haya llegado a la etapa de las rabietas, hemos de intentar que se
solucionen cuanto antes. Nada de esto se dará si coartamos su deseo de
separarse de nosotros, ya que lo único que se obtiene “intentando” que
no se salga con la suya es un niño sumiso o rebelde (depende del tipo y
grado de disciplina o autoridad empleada). Normalmente si les
“ignoramos” suelen volverse más sumisos y dependientes (otro día os
explico los mecanismos psicológicos de ignorar conductas), aunque lo que
vemos es un niño que se doblega y “parece” que mejore en sus rabietas.
Pero la causa que provoca esa rabieta sigue en él y se manifestará de
otra forma (ahora o en la adolescencia). Sé que es difícil acordarse de
todo ante una rabieta infantil. Sé que es difícil razonar cuando estamos
a punto de perder la razón. Sé que es difícil, y por eso, ante la duda
de no saber como actuar, intente querer a su hijo al máximo porque él lo
estará necesitando, ya que las rabietas también hacen sentirse mal a
los niños.
“Quiéreme cuando menos me lo merezca
porque será cuando más lo necesite” o lo que es lo mismo: “intenta
ponerte en mi lugar porque yo también lo estoy pasando mal”.
Rosa Mª Jové Montanyola ( Lleida, 1961)
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, está especializada en psicología clínica infantil y juvenil y en psicopediatría (bebés de 0 a 3 años).
Licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Barcelona, está especializada en psicología clínica infantil y juvenil y en psicopediatría (bebés de 0 a 3 años).
Fuente: Holística.net
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